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Salimos del apartamento a eso de las seis de la tarde.

Estoy usando un pantalón negro a la cintura y un suéter blanco que se doblo por dentro. Harry y yo acordamos no hacer nada que amerite que use zapatos altos o ropa elegante, pero me hago algunas ondulaciones en el cabello con la plancha y hasta me aplico un poco de maquillaje.

Todavía estoy ruborizada de todos los halagos que Harry me soltó una vez salí de la habitación.

Primero vamos al cine. Discutimos sobre si ver una película de zoombies o una comedia romántica (yo quiero los zoombies, él la comedia romántica) pero terminamos entrando a ver una de acción donde los autos vuelan y explotan por todas partes.

―Dios mío―mira horrorizado a la pantalla―, esta película es terrible.

Yo me río y lleno mi boca de palomitas con mantequilla. No hay muchas personas en la sala y estamos sentados hasta el fondo, en la última fila. Harry reposa sus pies en el asiento del frente, vacío.

Pasa las siguientes dos horas criticando cada personaje y cada diálogo del film. Yo me esfuerzo en ignorarlo, pero las cosas que dice son tan graciosas que termino aprisionando mi boca con mis dos manos para amortiguar el sonido de mi risa.

―Ni siquiera terminé de entender qué era lo que estaba pasando―se queja en lo que salimos del lugar.

―Tampoco yo, gracias a ti.

―Si alguien te invita a ver una película de Rápidos y Furiosos en su primera cita es una gigante alerta roja―dice y me ve de reojo―. Quizás debería fingir que surgió una emergencia e irme.

—Já. Buena suerte volviendo a casa solo.

—Te aprovechas de mi condición.

—Todo el tiempo—sonrío y él finge estar ofendido—. Tengo hambre, ¿a dónde deberíamos ir?

Vamos a la panadería, allí donde trabajó cuando todavía estaba vivo. Primero tengo miedo que el lugar pueda sumirlo en un humor taciturno y melancólico, pero si bien le afecta, Harry está de tan buen humor que volver a ver a las señoras con las que trabajó no hace sino ponerlo más emotivo.

Mientras las observa con ojos cristalinos y brillantes yo lo observo a él seguramente de la misma forma. ¿Alguna vez has sentido ese dolor punzante en mitad del pecho que viene de querer con cada fibra de tu ser hacer feliz a alguien más, y no poder hacerlo?

Si tan solo él pudiera darme sus cargas más pesadas y quedarse con todo lo demás

Con las manos pegadas a los vidrios del mostrador Harry tiene la misma energía de un niño pequeño y no para de decir:

—Oh, Laurel, tienes que probar esto—y también—: estos eran mis favoritos ¿Quieres probarlos?

De manera que termino sentada en un banco de la plaza con dos cajitas llenas de panes dulces y bizcochos.

—¿Qué tan rara crees que me veo comiendo pastelillos a las ocho de la noche en mitad de la plaza, sin compañía?

—Muy rara—contesta con una sonrisa.

Yo le sonrío de vuelta y dispongo a probar todos los dulces que me recomendó.

Harry y yo mantenemos una conversación "de cita" bastante animada en la que nos contamos las cosas que aun no sabemos del otro, como la primera vez que fue a un concierto de The Rolling Stones o la vez que yo vi mi primer espectáculo sobre hielo.

—Esa navidad pedí unos patines de hielo—recuerdo con cierta vergüenza divertida—. Luego fui a una clase de patinaje artístico y me resbalé apenas entré a la pista. Me quebré la muñeca y eso fue todo.

Antes de irme [HS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora