La playa más cercana está a tres horas en autobús.
—Acabamos de venir de un viaje—le señalé me removía entre las sábanas—, ¿en verdad quieres volver a salir?
Me miró un largo rato, sus codos apoyados en sus rodillas. Me pregunto cuántos signos de interrogación escondían mis pupilas.
—Venga—sonrió. Era su sonrisa más brillante y a esa hora de la mañana era como ver directamente al sol. Tuve que cerrar los ojos para evitar cegarme—. Quiero ver cómo te ves frente a las olas.
De modo que eso hacemos.
Antes de salir me ha tocado llamar a Luke para avisarle que no podré ir al trabajo. Pregunta si estoy bien y le digo que no es más que una simple jaqueca, aunque no creo que me crea. Mi voz suena demasiado feliz y no podría, ni en un millón de años, disimular otra cosa. No después de ayer, no después de lo que hicimos.
Una parte de mi cree que nunca más volveré a sentirme triste. Esos días quedaron atrás una vez que Harry besó la parte de atrás de mi cuello antes de que me quedara dormida.
Casi nadie viaja a la playa un lunes, así que en el autobús somos él y yo y otras pocas personas más. Nos sentamos de últimos, del lado donde se verá primero la costa. Estoy junto a la ventana y él está junto a mí.
Imagen: Géminis, dos partes iguales encajadas a la perfección.
Floto en una nube rosada a su lado. Durante todo el viaje se empeña en hacerme reír, sonrojar y hablar. Aunque nadie me hace caso, de igual forma me casco los audífonos y mantengo cerca el teléfono celular para disimular cualquier estado de histeria. Poco me importa cuando la causa es un chico de rizos café y sonrisa brillante.
—Creo que esta historia ya te la conté—digo, interrumpiéndome a medio relato.
—Quiero escucharla otra vez—me anima, de modo que continúo.
Tiene brillantina en las pupilas y no quita sus ojos de mí.
Quiero preguntarle ¿Es por lo de anoche? ¿Significó tanto para ti como lo fue para mí? ¿todavía me sientes sobre tu piel como yo te siento en la mía?
Quiero preguntarle ¿por qué me miras así?
Quiero preguntarle ¿Qué estamos haciendo aquí, otra vez tan lejos de casa?
Quiero preguntarle, ¿estamos bien, verdad?
Pero llegamos y es momento de bajarnos del bus.
—¿Una carrera hasta la orilla? —le reto, recogiendo mi cabellera en una coleta alta.
Él parece perdido en el simple movimiento de mis manos, pero después asiente, juguetón.
—El último que llegue es una tarta mosqueada.
Imagen: chico y chica atravesando todas las dimensiones.
Estoy sin aliento para cuando llego a la arena. Pateo mis tenis blancas fuera de mis pies y descalza intento alcanzar a Harry, que ya empieza a lanzar gritos de victoria.
—Vale, vale—apoyo mis manos en mis rodillas e intento recuperar el aire—. En mi defensa, sigues pareciéndome una tarta mosqueada.
Está haciendo alguna danza de la victoria sobre la arena mojada.
—Y sigues bailando espantoso—señalo.
Abre los brazos hacia el cielo y grita—: ¡Soy el mejor bailarín que este estúpido planeta ha conocido! Ahora ven y baila conmigo, tarta mosqueada.