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Trabajar en el estudio fotográfico local es mortalmente aburrido.

No somos más que una pequeña tiendita en el único centro comercial del lugar. Diariamente vienen unas cuantas personas a sacarse fotos para sus tarjetas de identificación o guardarlas en sus billeteras. Lo más emocionante que fotografiaba eran bebés llorones con rosas en la cabeza.

Sólo éramos dos en la tienda. Yo me encargaba de las fotos y Luke, el hijo del propietario del establecimiento, se encargaba de facturar a los clientes. El lugar era una misma habitación, dividida por una pared plegable que separaba el mostrador del lugar donde sacaba las fotos.

Cuando no había clientes usualmente me quedaba en mi lado de la tienda, casi siempre revisando cualquier cosa en mi celular o ajustando los focos de mi cámara.

Pero hoy me desperté algo desorientada y olvidé mi celular en casa. Tenía la esperanza de que alguna madre viniera para que fotografiara a sus hijos y entretenerme con algo, pero el día estaba más muerto que de costumbre. Ordeno la caja con algunos materiales de utilería que uso para sacar algunas fotos, como las telas de colores que coloco sobre la pared para cambiar el fondo de la imagen, en caso de que el cliente venga con una camisa del mismo color. Verifico que el foco de luz blanco ilumine el lugar perfectamente bien y juego con los ajustes de mi cámara.

Desearía que Harry estuviera aquí.

Pero como no lo está y tengo un horario que cumplir, decido que salir de mi pequeño escondite es la mejor opción en este momento. Luke está en su lugar de siempre, sentado frente a la computadora del mostrador y no se da cuenta de que estoy allí hasta que toqueteo la mesa frente a él.

―Oh, Hola―despega la vista del computador y me ve―. ¿Está todo bien?

―Sólo estaba un poco aburrida allá atrás.

―Y como olvidaste tu teléfono no te quedó más remedio que venir a hablar conmigo, ¿eh?

―¿Qué? No―niego, pero él alza una ceja y bufo―. Bueno, sí. ¿Cómo lo supiste?

―Bueno, desde el primer día me di cuenta de que no eres muy habladora―sonríe―. Asumo que solo el aburrimiento extremo te obligaría a hablarme.

―Me gusta pensar que no soy tan mala persona como para hacer lo que dices―él vuelve a sonreír y gira completamente su silla en un modo de señalar que me presta más atención―. Quizás pensé que venía siendo hora de conocer a mi compañero de trabajo.

―Llevamos trabajando juntos durante tres meses―señala―, y hasta ahora me has hablado en un total de cuatro veces.

―¿Llevas la cuenta?

―Cada vez que la chica linda detrás de la cámara me habla sí, me gusta llevar la cuenta de eso.

No puedo evitar sonrojarme con eso. Bajo la vista y me muerdo el labio para reprimir una sonrisa. Niego con la cabeza y recobro mi semblante tranquilo. Luke juega con un bolígrafo entre sus dedos y me mira atento.

No debe de tener más de veinticuatro años, sino es que menos. Tiene el cabello castaño, casi rubio, y unos ojos de un bonito color azul. No hay mirar mucho para saber que es un chico apuesto.

Y también tiene una sonrisa bastante amigable.

―Bueno, ya puedes contar la quinta.

―Haré un círculo rojo alrededor para indicar que también ha sido la vez más larga.

Niego con la cabeza y me río un poco.

―Así que este es como, tu lugar de trabajo―me inclino en el mostrador.

―Esta es mi oficina―abre los brazos en el pequeño lugar de forma dramática―. Hasta tengo mi propia engrapadora.

―¿Pero es tú engrapadora? ¿O es la engrapadora de la tienda?

―Bueno, es de la tienda―se encoge de hombros―, pero yo soy el encargado de manipularla.

―¿Eso quiere decir que yo no tengo permitido usarla?

―Oh, no―niega muy en serio y yo no puedo evitar reírme―. Cuando necesites engrapar algo tendrás que venir a mí, es política del trabajo.

Luke y yo pasamos el rato hablando. Me siento junto a él tras el mostrador y charlamos animadamente sin que ningún cliente llegue. Cada dos segundos me hace reír, y es que este chico parece un comediante profesional. No se toma nada en serio y voltea cada cosa que digo para sacarme carcajadas con su tono de voz ligero.

Es bueno reírse con alguien que los demás también pueden ver.

Finalmente un grupo de chicos hacen sonar la campanita de la puerta cuando entran a sacarse unas fotos para su identificación del insti.

―De vuelta al trabajo―digo mientras me levanto y salgo del mostrador. Les hago señas a los chicos para que formen una fila al otro lado de la pared.

―Fue un placer tenerte en mi oficina―me despide―. Pásate cuando quieras.

Después de sacarle las fotos a los chicos un par de clientes vienen también. Al final de la tarde Luke ofrece darme un aventón a casa, pero le digo que me gusta caminar.

El viaje de camino a casa es agradable y tranquilo. Un sentimiento de ligera confianza y satisfacción me embriaga y no me puedo evitar sentirme bien al respecto. Aquí estoy, conociendo personas. Bromeando con ellos. Siendo una persona normal.

Imagen: alguna canción feliz suena de fondo.

Incluso un señor del primer piso me saluda cuando entro al vestíbulo. Este edificio es pequeño, no más de cinco plantas y yo vivo el cuarta. El ascensor no funciona pero no es un problema, al menos no hoy. Estoy de tan buen humor que no me molesta usar las escaleras en lo absoluto.

Estoy tarareando una canción cuando abro la puerta del apartamento y hasta hago un bailecito.

―Cuán feliz estoy de verte, Harry querido―dejo las llaves sobre la encimera de la cocina y él se levanta del alfeizar de la ventana―. ¿No tienes ganas de ver una película? Hasta te dejaré escoger. Soy así de genial.

―Uhm, Laurel.

―Estoy tan hambrienta―exclamo y me saco el abrigo―, pero creo que voy a cocinar algo.

―Laurel.

―Ya sé lo que estás pensando. "Ay, pero Laurel, si tú no sabes cocinar"―imito su voz y me río mientras abro la despensa y empiezo a sacar utensilios de cocina―. Pues sí, puede que no sepa cocinar, pero lo voy a ser de todos modos. En la vida hay que probar cosas nuevas, ¿no? ―medito frente a los ingredientes que tengo y se me ocurre una idea―. Quizás debería hornear algo. ¿Qué dices? ¿Quieres criticarme mientras descubro cómo se hace un pastel?

―Laurel, debemos hablar―su voz seria me hace fruncir el ceño de inmediato. Volteo a verlo y lo encuentro a un lado de la encimera, a pocos pasos de mí. Se remueve incómodo y me doy cuenta de que está pasando algo.

―Uh, ¿estás bien?

―¿Olvidaste tu celular?

―Eh, sí. ¿Qué hay con eso?

―El teléfono fijo sonó―me dice―, y cómo nadie contestó cayó la contestadora.

―¿Y? ―odio cuando las personas dan tantos rodeos para decir algo―. ¿Y qué pasó? Harry, me estás poniendo nerviosa.

―Era tu cuñado―dice―. Dijo que intentó llamarte a tu teléfono, pero no pudo localizarte. Él ahm...―se pasa una mano por el cabello y lucha por mantener el contacto visual conmigo. Mi corazón da un latido pesado al mismo tiempo en que dice―. Tuvo un accidente el coche con tu hermana, y ella aparentemente está grave.

Dice algo sobre la bolsa de aire y otras cosas, pero no logro entender sus palabras. Siento que me han arrojado al fondo de una piscina y no soy capaz de escuchar más que el aleteo desbocado de la sangre corriendo por mis oídos.

Imagen: ahogamiento. 

Antes de irme [HS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora