Volvemos a casa después de año nuevo.
Harry está de buen humor y se mantiene animado, hasta el punto de parecer un pequeño perrito saltarín. No deja de hablar de mi hermana y del hogar y de cómo se muere (já) por volver. Habla de que debería conseguir una motocicleta para manejar por el pueblo y usar una de esas botas punk.
Pero a medida que se derrite la nieve, mi corazón se enfría.
Porque nada de esto tiene sentido y empiezo a no estar bien con ello. Será por la forma en que se ríe cuando algo que digo le parece gracioso, pero más tiene que ver con el salto mortal que hace mi corazón cuando eso pasa. Quizás es porque sus ojos se arrugan cuando me mira y sonríe, pero algo me dice que tiene que ver con el hecho de que me sonrojo en respuesta.
Verlo junto a Beth y Ryan (mejor dicho, ser la única que podía verlo junto a Beth y Ryan) revolvió algo dentro de mí. Algo que constantemente está diciendo: esto está mal, detenlo ahora o te dolerá mucho más después.
Nuestro cordial y divertido coqueteo ya no es cordial ni divertido. Cada vez que dice algo o me mira por más de lo permitido, termino girando.
Imagen: ojos de corazones.
Tengo que detenerlo, ahora.
Por eso cuando Luke me invita a cenar le digo que sí.
—Caray, mírate—exclama Harry cuando salgo de mi habitación vistiendo un vestido negro que baila entre lo casual y refinado—. Vaya.
Me muerdo la lengua y no digo nada. Tengo un hueco en el estómago y me esfuerzo en no regresar corriendo a mi habitación hasta que mis sentimientos se calmen. Me siento en el sillón y me pongo los zapatos de tacón grueso.
—¿A dónde vamos a ir? —pregunta de repente—. ¿Quieres ir a probar el nuevo restaurante italiano que está junto a la plaza? ¿Podemos quedarnos un rato después de que comas? Quizás todavía tenga las decoraciones de navidad.
Siento un nudo doloroso en la garganta, pero procuro no hacer caso de él. Me pongo de pie y me esfuerzo en hacer contacto visual con Harry.
—De hecho, voy a, uhm, salir con Luke.
Su mirada me sabe a veneno.
—Oh.
—¿Lo recuerdas, del trabajo? Me invitó a cenar esta tarde—no sé porqué sigo hablando. Todo esto se siente terrible.
—Eh, sí, por supuesto—ahora es él quien rehúye mi mirada.
Temblorosa camino hasta el armario junto a la puerta y cojo mi abrigo. En ese momento mi teléfono vibra y sé que se trata de Luke, probablemente avisándome que está abajo.
—Pues que te diviertas—dice.
Pero yo soy débil, tonta y autodestructiva, así que digo—: ¿Quieres venir? Podríamos...
Su sonrisa triste me silencia—. Que te diviertas, Laurel.
No es justo.
Respiro profundo y asiento repetidas veces, infundiéndome valor para continuar con esto. Es lo correcto.
—Vale—mi voz vacila—. Entonces nos veremos luego.
Él asiente con la cabeza vuelta al suelo y decido que es suficiente para los dos. Cojo las llaves y las aprieto con fuerza en mis manos.
Me dispongo a salir como se quita una bandita sobre un corte: rápido, para que duela menos.
—¿Laurel? —me llama, yo me giro pero no suelto el picaporte. Sus ojos me encuentran y me desarman—. Estás hermosa, de verdad.