Vuelo a casa para navidad.
Bueno, volamos. Harry me acompaña, claro está. No había forma en la que quisiera quedarse solo de nuevo por tanto tiempo. Y honestamente, no había forma en la que yo lo dejaría, tampoco.
Uno creería que viajar con un fantasma no debería implicar demasiados problemas, pero creería mal. Todo este asunto de no ser transparente sino más bien, no lo sé, un bloque invisible, es molesto. En el aeropuerto tiene que esquivar a un montón de personas para que no choquen con la nada.
Además, uno de los perros de seguridad no para de ladrarle. Estoy seguro de que lo veía y aunque Harry estaba encantado, yo tuve que dejarme toquetear por un guardia que creía que llevaba droga encima. En ese rollo perdí más de dos horas.
Y en el avión no halla dónde acomodarse. Yo tengo mi puesto, claro está, pero no es como que pudiera compartirlo con él. Aunque no tiene problemas con quedarse de pie en el pasillo, cada vez que una azafata o algún otro pasajero camina Harry tiene que ver cómo demonios se quita del camino. Lo bueno es que viajamos en clase económica y no hay mucha atención a los usuarios que se diga, y al ser un viaje corto, casi nadie necesita ir al baño.
Entonces Harry corre, de aquí para allá, buscando hacerme reír. Tienes que imaginártelo: Harry Styles, corriendo por el angosto pasillo de un avión en movimiento. Nadie más puede verlo, excepto yo. Nadie más puede ver lo absurda que es la situación.
Pero por fin llegamos. No llevo más que mi equipaje de mano, que lleva sobretodo obsequios, porque en casa de mi hermana dejé tantas cosas que no necesito nada nuevo. Harry viene a mi lado hablándome de la seguridad del avión cuando lo veo. Ryan ha hecho un estúpido cartel con crayones de todos los colores y lo sostiene contra su pecho mientras pasea su mirada distraído por el lugar.
Yo sonrío y echo a correr hacia él.
Casi lo tacleo, pero él es fuerte y sabe atraparme a tiempo. Enrollo mis brazos y mis piernas a su alrededor mientras grito y lo hago reír.
―Vaya, mírate, tomando aviones por tu cuenta―me dice cuando finalmente me deja sobre el piso―. Casi pareces no estar asustada.
Me echo a reír―. El secreto es nublarte la cabeza con aspirinas antes de subir.
―Ya lo creo. Vamos, te esperan en casa.
Por poco le presento a Harry, que está a mi lado. Ryan toma mi bolso y salimos a la calle, donde su auto espera. Abro la puerta del copiloto y finjo que acomodo mi gorro de lana sobre mi cabeza mientras le doy oportunidad a Harry de que entre y se acomode como pueda en el asiento de atrás.
―Muy bien, abróchate el cinturón―manda y yo ruedo los ojos.
―Dios mio, este auto es genial―Harry exclama desde atrás.
En realidad es un coche bastante común, pero está fascinado.
Ryan me lanza el cartel que ha hecho y conduce.
―Me pregunto qué habrá pensado todo el mundo al verte sostener un cartel con el nombre Calabaza escrito.
Ryan es del tipo que conduce con ambas manos en el volante, se sienta derecho en el asiento y nunca se pasa una sola señal de stop. Le cede el paso a cuanto peatón consigue y siempre, siempre, va al menos dos número por debajo del mínimo de velocidad.
―Lo hice esta misma mañana―sonríe―, Beth no podía creer que no lo tuviera listo antes.
―Mira todos estos coches, por dios. Laurel ¿estás viendo los edificios?