Imagen: hojas cayendo del calendario.
Las semanas siguen pasando y todo parece estar tomando forma. He conseguido trabajo en un pequeño estudio de fotografía cerca de aquí y aunque no es exactamente el trabajo más emocionante del mundo, me funciona para pagar mis propias cuentas.
Y está relacionado con la fotografía, así que puede decirse que estoy trabajando en mi área. Claro que cuando decidí no ir a la universidad para seguir mi sueño de ser fotógrafa no me refería precisamente a esto, pero como siempre me está diciendo mi hermana, por algún lado hay que empezar.
Harry y yo establecemos una especie de rutina sin darnos cuenta. Todas las mañanas se sienta conmigo en la encimera de la cocina y me habla de cualquier cosa mientras tomo el desayuno. Salgo a trabajar y aunque la primera vez vino conmigo, ambos decidimos que lo mejor era que fuera sola. Me cuesta concentrarme en fotografiar a alguien cuando Harry está a mi lado haciendo algún comentario sarcástico sobre la falsa sonrisa de la persona frente al lente. También era poco profesional pretender que hablaba por teléfono durante toda la jornada.
Me he dado cuenta de que es muy respetuoso en cuanto a mi privacidad. El otro día le pregunté por qué siempre se quedaba en la sala o la cocina y nunca iba a mi habitación, y él sólo dijo:
―No quiero que sientas que estoy invadiendo tu espacio.
Cosa que agradecía, pero al mismo tiempo me intrigaba. Todo este tiempo viviendo con Harry me ha hecho descubrir que es alguien extremadamente complejo.
Porque la mayoría del tiempo es sarcástico, gracioso y cínico. Siempre tiene un comentario pedante acerca de cualquier cosa que diga, y le encanta actuar como un cretino el noventa y nueve por ciento de las veces. Es arrogante, pero no en un modo ofensivo. Me hace reír cada vez que se le presenta la oportunidad y creo que encuentra satisfacción en eso.
Pero más allá de eso, cada vez y con más fuerza distingo vestigios de una tristeza apaciguada tras sus ojos.
A veces yo también me siento triste, y me parece que él lo nota.
Pero no hablamos de eso. A pesar de que no ha cambiado mucho la intensidad de sus preguntas compulsivas sobre mí, no insiste en que revele nada que no quiera.
En vez de eso, hablamos sobre todo lo demás. Descubrimos que tenemos gustos parecidos en cuanto a música, y con mi guitarra hacemos conciertos hasta altas horas de la noche. Vemos películas en mi laptop y él se emociona con las que no había visto en mucho tiempo.
También leemos casi todas las noches. Yo me siento en el sillón y él se acuesta en el piso, frente al libro que haya escogido.
―Laurel―llama mi nombre cada par de minutos, y yo me inclino para cambiar de página y él pueda seguir leyendo.
Dice que esa es la actividad que más le gusta, y puede que sea mi favorita también. Hay algo en estar en el mismo lugar haciendo la misma cosa pero en completo silencio, que me trae una paz imperceptible. Ni siquiera era tan amante de la lectura, pero ahora gracias a Harry espero con ansias esas horas en la noche para volver a tomar un libro. A veces cuando algo le hace gracia lo lee en voz alta y me hace sonreír.
También le gusta discutir, hacerme rabiar. Siempre tiene un comentario en la punta de la lengua, listo para soltarlo y sacarme pelea. Le gusta creerse el más listo en la habitación y a mi igual, así que ninguno cede nunca.
Los fines de semana salimos a pasear por el pequeño pueblo. Él me lleva a sus lugares favoritos y deja que descubra cosas nuevas. Caminamos largas horas entre la neblina y los demás pueblerinos mientras nos contamos historias.