Regresar a la habitación resulta impensable en este momento, por lo que nos dedicamos a vagar por la ciudad. Ahora que mis lágrimas se han detenido, mis ojos están hinchados e irritados. Puedo sentir una migraña empezar a manifestarse y todavía no he comido nada. Más que nada, sólo quiero estar de vuelta en nuestro apartamento, sepultada bajo cien cobijas mientras escucho a Harry quejarse sobre la televisión de hoy en día.
Está caminando junto a mí. Tan perdido en sus pensamientos como yo.
Dios, lo que daría por sostener su mano.
—¿Crees que lo que dicen de Halloween es cierto? —pregunto.
—Por supuesto—responde inmediatamente—. Nunca debes ir dulce o truco a la casa tenebrosa de la esquina porque los dulces están adulterados con cocaína. A menos, claro, que eso sea lo tuyo. En cuyo caso no juzgo, pero por experiencia propia puedo asegurarte que no es un camino que quieras tomar.
Sonrío. Lo que me gusta de Harry es que siempre parece estar listo para responder una de mis preguntas tontas con una de sus respuestas tontas.
—¿Crees que volverías a la vida? ¿por una noche?
—No soy un maldito zombie, Laurel.
—Eso sería divertido.
—Nada como vísceras y sed de cerebro para avivar el romance.
—No me importaría que quisieras comerte mi cerebro—le digo.
—Porque no tienes uno.
Aquí es cuando lo golpearía muy fuerte. Él ríe porque lo sabe.
—Porque no lo haría—intenta otra vez—. Porque comer tu cerebro sería dejarte sin funciones cognitivas básicas, ¿y qué sería de mi sin esa capacidad tuya de hacerme hablar incluso cuando no quiero hacerlo?
—Es que no me gusta cuando estás triste y silencioso.
—¿Cuándo no estoy triste y silencioso?
—Cuando estás siendo insoportable y ruidoso.
Se ríe—. Resulta que tienes un pésimo gusto en hombres.
—Un hombre—levanto un solo dedo y sonrío, incapaz de creer lo que estoy diciendo—, pésimo gusto en un solo hombre. Y eso sólo por tu cabello.
—¿Sólo me quieres por mi cabello?
Tiene esa sonrisa de lado que me vuelve loca. Las mariposas en mi estómago se han convertido en acróbatas profesionales.
—Sigo creyendo que tus ojos deberían ser azules, pero supongo que no estás tan mal.
¿Desde cuándo coqueteo tan abiertamente? Quiero esconderme entre los arbustos y quedarme ahí hasta que el color de mi cara recupere sus tonalidades normales.
En cambio, aparto la mirada, meto mis manos en los bolsillos de mi chaqueta y pateo una piedrita sobre el concreto de la acera. Siento sus ojos sobre mí.
—Maldita sea, Laurel, eres tan linda cuando haces lo que sea.
Imagen: !!!!!
Después de un rato dice—: Vamos, quiero verla.
—¿Ver qué? —pregunto.
—Mi tumba.
Ugh. Vale.
—¿Cuáles son tus flores favoritas? —Harry me mira con una sonrisa bailando en sus labios—¿Qué? No pienso llegar con las manos vacías, y si tú no puedes llevarme flores a casa entonces te las llevaré yo a tu tumba.