—Disculpa, no sabía que había alguien aquí—una voz a mi espalda me sobresalta.
Innecesariamente, Harry y yo nos alejamos de golpe. Una chica morena y menuda sostiene un ramo de flores contra su pecho y me mira con curiosidad.
¿Cuánto tiempo ha estado aquí? Tengo el impulso de disculparme por todo el casi-y-muy-desesperado-intento-de-besar-a-un-chico-en-el-cementerio-sobre-la-lápida-de-alguien, pero me contengo. Antes sus ojos, solo soy otra persona desanimada apoyada en una lápida.
(¿Se considera profanación si a quien estoy intentando besar es al mismo difunto?) (Sí, seguramente sí).
—Sé que la señora Styles viene los domingos, pero casi nadie viene cualquier otro día.
Volteo a ver Harry en busca de alguna reacción o sugerencia sobre cómo reaccionar, pero él está en blanco.
—Ahm, sí, yo...solo vine por un momento.
—¿Le conociste?
—S-sí—frunzo el ceño, insegura. Vuelvo a ver las flores en sus manos y ella las aprieta, como si estuviera resistiendo el impulso de esconderlas detrás de su espalda.
¿Quién es esta chica?
A mi lado, Harry la mira fijamente.
—Lamento interrumpirte—se apresura a escusarse—. Sólo vine a cambiar las...—baja el ramo, le cuesta hacer contacto visual y por alguna razón me siento terrible—. No importa, volveré más tarde. Lo siento.
—No. No te vayas.
Lo miro. Él no me mira. La está mirando darse la vuelta.
Evito que se vaya—. Espera.
La chica vuelve a girarse. Es más bajita que yo, más delgada. Está usando un vestido negro y un suéter abierto del mismo color. Lleva el cabello negro sostenido con dos broches al frente y completamente suelto después, cayendo casi hasta su cintura.
—Yo, ahm, soy Laurel—extiendo mi mano hasta ella y tras una leve duda, la acepta.
No tengo idea de qué estoy haciendo, pero Harry no quiere que se vaya. De modo que intento que se quede.
—Agatha—su voz es un leve murmullo. Su apretón es apenas fuerte.
—Agatha.
—No sabía que alguien traería flores—siento que estoy hablando a través de una nube.
—Oh, está bien. La señora Styles y yo nos encargamos de cuidarla.
—Después de todo...estás aquí. ¿Cómo es posible?
—¿Vienes aquí a menudo?
Agatha sonríe levemente—. Alguien tiene que hacerlo, ¿no es así?
Debe tener mi edad. Quizás un par de años más, aunque en realidad parece mucho más joven. Sus ojos son aun más verdes que los de Harry, y en contraste con su piel morena crean un matiz hermosísimo.
¿Era su amiga?
¿Eran algo más?
—Dile que tienes una carta para ella.
Frunzo el ceño—. ¿Qué?
—¿Perdón?
Sacudo la cabeza.
—Lo siento, yo...me parece que reconozco tu nombre. Agatha. Sí, él te mencionó.
—¿Quién? ¿Harry? —sus ojos se iluminan y ahora no aparta la mirada. Él está tan cerca de ella que siento que yo no debería estar aquí. Deseo darme la vuelta y dejar esto inmediatamente.
—Agatha Dean.
—¿Tu apellido es Dean?
—Sí. Oh, por Dios, ¿dices que te habló de mi? ¿qué te dijo?
Imagen: carrusel que gira y nunca se detiene.
Quiero bajarme. Necesito bajarme.
—¿Quién eres? —me pregunta con ansiedad, como si apenas ahora se percatar que de hecho tengo conexión con Harry—¿Cómo lo conociste?
—Trabajé con él—sacudo la cabeza—. Trabajé con él. Cuando estuvo en el centro de rehabilitación.
—¿Rehabilitación? ¿Harry estaba en rehabilitación?
—Sí. Escucha, vine porque tengo algunas cartas que Harry escribió cuando...bueno, ya sabes. Esta tarde voy a reunirme con Li...
—¡No! —grita y me sobresalta—. No menciones a Liam.
Nunca fui buena actriz. Nunca fui buena manejando celos. Nunca fui buena improvisando.
—Tengo una para ti, ¿podemos vernos más tarde, de modo que pueda entregártela?
—Harry...¿escribió sobre mí?
—Oh, Agatha.
Está tan cerca de ella que yo doy un paso atrás.
Le doy la dirección del café donde nos veremos más tarde y antes de irse deja su ramo de flores junto a las mías.
Cuando ya no podemos verla, me volteo hacia él. Su mirada sigue fija donde alguna vez estuvo ella.
Mi voz suena inseguramente rota.
—¿Harry?
—Debemos volver al hotel—dice deprisa—. Debo escribirle a Agatha.