Imagen: chico de la sonrisa de oro.
Harry y yo estamos probando un tocadiscos que conseguí en una tiendita de antigüedades. Hace unas semanas hice que Beth me enviara mis viejos discos por correo y ahora que por fin están aquí, Harry y yo no perdemos tiempo para ponernos a bailar al ritmo de los grandes clásicos del rock.
La forma en la que Harry baila es digna de admirar. Extiende sus brazos y los mueve de arriba abajo mientras sus pies se balancean como en zigzag, y hasta cierra los ojos con una sonrisa jugueteando en sus labios al mismo tiempo en que canta. Está lejos de ser el mejor en esto, pero lo que me gusta es la forma en que lo disfruta. Se entrega por completo a la melodía, como si fuera un bailarín ubicado al fondo en algún musical inspirado en los años 50's que solo está pasándoselo bien.
—Eres todo un bailarín, ¿no es verdad? —comento mientras yo misma me dejo arrastrar por el ritmo.
—Nunca me permití a mí mismo bailar de esta manera—confiesa mientras sigue explayando los brazos—. No era lo que se esperaba de mí.
—¿De qué rayos hablas?
—Bueno, antes de que papá muriera solíamos asistir a estas galas de beneficencia y eso. Más allá de bailar algún vals con Gemma y con alguna de sus amigas, no pasaba demasiado tiempo en la pista.
—¿Y después?
—Después bailar consistió en dejar que cualquier chica de cualquier club restregara su culo en mi entrepierna.
—Ugh—arrugo la cara, pero no puedo evitar reírme un poco.
—Esto es mucho mejor—agrega y empieza a dar vueltas a mí alrededor mientras Elton John convierte mi sala de estar en un paraíso—, créeme.
De modo que bailamos. Y reímos. Y bailamos y reímos tanto que para cuando me derrumbo en el sofá tengo las mejillas enrojecidas y lucho para recuperar el aliento.
Harry se sienta en el soporte del brazo y pasa sus piernas por encima de mi regazo, acomodando sus pies a un lado en el sofá, como un cinturón de seguridad.
Me observa por un largo rato. Primero intento ignorarlo, pero eso nunca me resulta. Ignorar a Harry es como ignorar a Medusa con sus ojos hechizados: simplemente tienes que mirar, aunque no sea la mejor idea.
—¿Qué? —finalmente le pregunto.
Él sonríe—. Estoy pensando cosas muy cursis en este momento.
Ni siquiera necesito escucharlas para estar sonriendo como una tonta.
Ruedo los ojos y hago ademán de levantarme, pero él no mueve sus piernas un centímetro.
Técnicamente puede retenerme aquí el tiempo que le plazca. Digo, yo misma no puedo apartarlo. Me pregunto si de esto se trata todo ese asunto de las parálisis del sueño.
—¿Planeas dejarme ir?
—Nunca.
Ugh. Puedo sentir mis mejillas calentándose y Harry suelta una risita.
—Voy a obligarte a que te quedes aquí hasta que reconozcas lo mucho que te gusta que sea cursi contigo.
—Apártate.
—¿Te he dicho lo bonita que me pareces cuando te sonrojas?
—Púdrete.
—De verdad, es como si me flecharan directo al corazón—continúa mofándose—. Tú sonríes y yo caigo de rodillas.
—Te odio.
—Eres tan adorable.
Estoy tan muerta de pena que cierro los ojos y niego—Basta.
