Capítulo 33

5.2K 309 21
                                    

Mike nunca me había dicho algo así

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Mike nunca me había dicho algo así. Él puso su mano alrededor de mi cintura pegándome a su cuerpo, dejándome sentir su calor. Lo vi inclinarse un poco juntando su frente contra la mía, acariciando mi mejilla con su pulgar.

—Eres tan pura. —Susurró besando mi frente. —Tan buena. —Pasó su nariz por mi mejilla, logrando que suspirara.

—¿Qué harás?

—No lo sé, pero no debes preocuparte.

Al día siguiente, me desperté cuando la abuela entró a la habitación apartando las cortinas. Arrugué la cara y me cubrí con la sábana. Anoche después de la conversación que tuve con Mike, él se fue a un hotel, aunque mamá le ofreció quedarse unos días, sin embargo, se negó.

—June, por Dios santo, levántate. —Escuché su risa en tanto que, me quitaba la sábana. —Sabes lo obsesionada que estoy con el jardín, y ya que tú siempre quieres hacerme compañía, vengo a despertarte, además hoy tenemos que ir al pueblo a hacer mercado, la despensa está casi vacía.

—Está bien.

Al salir de la ducha, me vestí con un short rojo, una blusa holgada de color crema, con estampado de flores y unas zapatillas. Los próximos treinta minutos, me dediqué a buscar mi teléfono, quité los cojines del pequeño sofá que tenía en mi habitación, y no estaba allí, rebusqué los cajones, pero tampoco lo vi.

Puse las manos en mi cintura, inspeccionando todo el lugar, pensando en donde pude haberlo dejado. Rápidamente, miré el escritorio donde yacía la computadora, observando que solo había unos lápices, algunas revistas, álbumes de fotos, y libretas.

Bajé las escaleras y escuché a la abuela diciéndome que fuera a desayunar. Mi mente divagaba en la conversación que tuve con Mike. Él se vino de la ciudad a buscarme. Eso debía significar algo, ¿cierto? O tal vez, solo necesitaba estar lejos de todo.

—¿Qué pasó con Mike? —Alcé la vista mirando a la abuela, que bebía zumo de naranja.

—No lo sé, se quedará unos días en el pueblo.

—Ese hombre te ama. —Deslizó su mano por la mesa, dándome un leve apretón en la mía. —Lo vi, anoche le brillaron los ojos cuando te vio. Y no le gustó para nada verte con el hijo del sheriff.

—Mike hace que todo se complique para mí.

—Tonterías. Más claro que el agua no puede estar todo, ustedes tienen que luchar para estar juntos, si no lo hacen, ¿quién lo hará?

—Tienes razón.

...

Los rosales, lirios, girasoles y demás flores se veían más hermosos. Yo me había tomado la molestia de recorrer el vecindario cerciorándome de lo que me comentó la abuela: que no había otro jardín como este, con tanta variedad de plantas.

Viviendo un amor entre letras |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora