Capítulo 27

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Me desperté un poco desorientada, percatándome de que eran las ocho de la mañana

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Me desperté un poco desorientada, percatándome de que eran las ocho de la mañana. Abrí los ojos a más no poder, dándome duro contra mi realidad cuando me di cuenta que hoy era lunes, por lo tanto, tendría que estar en la oficina, no en mi cama. Yo, había bebido mucho y me encontraba desnuda, y Mike no estaba aquí, lo que encontré fue una nota de él en la mesita de noche que decía: Buenos días, pelusa.

Los ojos me ardían, sintiendo un fuerte dolor de cabeza. Anoche no dormí nada, quizá una hora. Lo suficiente para estar de pie, e ir al trabajo mostrando mi mejor cara. Algo que era totalmente imposible, porque no, no podía. No tenía ánimos de caminar, tanto el sueño como la resaca me estaban matando. Llamé a una de mis compañeras, pidiéndole que por favor me cubriera, diciendo que tenía una cita médica o algo, que por eso llegaría un poco tarde.

Me di una ducha, y cuando me vestí arrastré mis pies hasta la cocina. Carla, estaba haciendo aseo, y me ofreció una taza de café bien cargado.

—Ya está todo listo. —La vi buscar los últimos vasos para envolverlos en periódicos, y así poder guardarlos en las cajas.

—Hoy vienen por las cosas. —Le dije dando un sorbo al café. —A eso de las dos, para que por favor estés pendiente y te encargues de organizar todo en el otro apartamento.

—Sí, señorita. —Le agradecí por el café. Fui a mi habitación por el abrigo al igual que mi bolso y las llaves del auto.

Me coloqué mis gafas de sol, evitando que la gente se fijara en mis ojos. La verdad era que lucía fatal, y no era para menos; no había dormido bien por estar bebiendo. No obstante, una sonrisa apareció en mis labios cuando los recuerdos de lo que sucedió con Mike bombardearon mi cabeza, haciendo que recordara con precisión todo lo que habíamos hecho.

Mi jefe Anthony me llamó, diciéndome que fuera al apartamento de Emma, porque ella pidió hablar conmigo, así que entré a la autopista conduciendo hacia allá. No sabía que era lo que había pasado con Carter, quizá debe estar en prisión por lo que le hizo a Emma.

Minutos más tarde, me encontraba en el ascensor del edificio donde Emma vivía. A mi lado iba una chica cabello rojo, llevaba puesto unos auriculares y escribía rápidamente en su celular, a la vez que decía un sinfín de maldiciones. La escuché bufar, y sacó un dulce del bolsillo de su sudadera.

—Hombres. —Dijo, guardando su teléfono. —Son todos unos putos mentirosos.

—Nunca hay que generalizar. Pero sí, muchos lo son.

—Sí, lo sé. Mamá siempre lo decía. —Las puertas del ascensor se abrieron, y ella salió después de mí. —¿Eres nueva en el edificio?

—No, vine a visitar a una amiga.

—Yo tengo un mes viviendo donde mi tía. —Se quitó los auriculares. —Quizá se moleste cuando me vea llegar, porque no me dejaron entrar en la escuela.

Viviendo un amor entre letras |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora