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Damon

De camino a casa tuve que llevar a Amaris después de que se quedará dormida, no podíamos pasar una noche más en la casa de la playa.
Había tomado por mejor traer a Samantha y Johan en mi camioneta por si ella llegaba a despertar.

Johan iba en el asiento del copiloto y Samantha iba atrás con Amaris acariciandole su cabello.
No podía pensar con claridad.

Tome mi teléfono y llamé a Magnus.
Al quinto pitido respondió

— Damon — Saludó

Han entrado a la casa y han dejado una amenaza — Dije sin rodeos.

Para quien — pregunto.

— Amaris — Murmuró mirando por mi espejo retrovisor.

Su hermano ya lo sabe? — Era otro detalle que tenía que hacer, contarle a Paul.

Eso sería por lo menos unos cinco hombres más cubriéndola.

— No — Mi voz sonó dura y firme.

Dicelo, el sabrá que hacer — Soltó

— Lo haré — iba a colgar cuando me nombró.

que harás con lo de Vanessa — La pregunta me hizo rodar los ojos, me enojaba que la mencionara.

— Ya dije que me haré cargo, pero no al lado de ella — y antes de que pudiera decir una palabra colgué.

Los quejidos de Amaris me hacen llevar la vista instantáneamente al retrovisor.

— Como te sientes ojitos — pregunte.

— Me duele la cabeza — protestó ella posando su mano a un lado de la cabeza.

— ¡Tu! Sirve para algo y mira en la guantera, tengo pastillas, largale una Amaris para su dolor — Le hablé a Johan.

— Solo porque Amaris está mal, si no estaría insultando hasta tu maldito orgullo — Dijo abriendo la guantera.

Le largo una pastilla y Samantha le dió su tarro con agua.

— Han avisado a Paul? — pregunto ella.

— No lo he hecho, ya estaba por hacerlo — dije tomando mi teléfono pero ella me lo arrancó de golpe.

— Yo se lo diré — su expresión no cambiaba de tristeza total, me dolía verla así, no quería que ella sufriera.

— Estás segura? — indagó Johan.

— Si.

Marco el número desde mi teléfono y lo puso en su oreja, espero y Paul no tome medidas muy drásticas.

— Paul? — hablo ella.

Sus ojos se pusieron llorosos y Samantha volvió a abrazarla, sus llantos resonaban en la camioneta.

— Paul me han amenazado — se le rompe la voz — no, no lo sé, solo los sabíamos nosotros y tú.

Estaba preguntando quién sabía dónde estábamos, su respuesta me lo decía todo.

— Está bien, dejaré que pongas los guardas que creas necesario — Dijo sollozando.

Sus lágrimas salían borrando el brillo que tenía los ojitos tan hermosos que ella poseía, sus mejillas llenas de lágrimas y su nariz roja.

— Adiós Paul — se despidió ella.

Siguió un buen rato llorando.
Quería consolarla así que no lo pensé dos veces para mirar por el retrovisor y esperar a que la mirada de Samantha se cruzará con la mía.

Este si es mi cuento de hadas [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora