1. 𝐉𝐨𝐡𝐚𝐧𝐧𝐞𝐬 𝐈𝐈𝐈:𝟏𝟔

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«Porque de tal manera amó Dios al mundo, qué ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna»

Juan 3:16


Un sonido metálico que se escuchó desde el cinturón de su pantalón. El hombre joven tomó el walkie talkie y presionó el botón. Una voz rasposa se hizo escuchar en el otro lado.

Habla M, estoy llegando a la posición que indicaste. No veo nada, todo está malditamente oscuro aquí abajo.

El hombre de cabello color azabache presionó otro botón para que su voz fuera escuchada por su compañero.

—En ese caso usa la linterna, para eso sirven, no sé si sepas —respondió con su voz profunda en tono burlón.

Enseguida obtuvo un chasquido de lengua desde el otro lado del intercomunicador como respuesta.

Se me cayó en el agua y se dañaron las baterías. No funciona y la luz de mi celular es insuficiente.

El hombre de cabello oscuro rodó los ojos.

—Torpe como siempre... No es que pueda bajar hasta allá y darte una linterna extra.

Y no mentía al respecto, al estar en la terraza de un edificio de 20 pisos de altura.

No lo decía por eso, al menos el maldito deja un rastro bastante notable de sangre de la herida en el hombro que le alcancé a provocar. Toda el agua roja es como un camino que me guía hacia él.

El viento sopló con su fresco habitual de la noche.

—Entendido, tú encárgate de darle el golpe de gracia o de contenerlo lo suficiente para que Joshua se encargue de él.

Claro, yo te aviso. ¿Has tenido suerte con el portal?

El hombre suspiró en un gesto exasperado.

—No realmente, está bien escondido. —Miró la ciudad debajo de él. Yabbay City y su bullicio nocturno. Pero sus ojos entrenados buscaban un callejón en especial, que era lo más usual.

Una risa del otro lado del intercomunicador.

No fue buena idea poner al más ciego de vigía.

—Cállate Mingyu. —Casi gruñó, pero la risa del otro hombre fue su única respuesta.

Bueno, me tengo que ir, según el mapa de las alcantarillas ya estoy llegando a un callejón sin salida, no tendrá oportunidad de escapar con lo debilitado que está. M, fuera.

—Entendido, con cuidado. Cuervo, fuera. —Volvió a dejar el walkie talkie en su cinturón y del mismo sacó unos binoculares.

Sin embargo, no eran simples binoculares que uno podría comprar en una tienda cualquiera. Lo habían sido en el pasado, sí, antes de que Hansol los hubiera modificado en lo que eran ahora.

El hombre colocó los binoculares sobre sus gafas y siguió examinando la ciudad con ellos. A través de esos lentes, la visión era distinta, pues estaban configurados en detectar la energía de las cosas y objetos, aquella invisible al ojo humano. Habían sido creados teniendo en cuenta los consejos de su médium, Seungkwan, y el minucioso estudio del material y composición de un planchette¹ de la ouija.

El viento de julio acarició sus cabellos oscuros puesto que estaba en la orilla de la terraza de aquel alto edificio. Se había removido la gabardina oscura por el calor y se quedó con la camisa negra de manga corta ajustada a su cuerpo, metida en sus pantalones de mezclilla, debajo del cinturón donde tenía colgado su walkie talkie, un cuchillo de caza de hoja de plata que medía alrededor de 10 centímetros, una pistola glock 17 y otros artilugios como una bolsa de sal pura y el rosario de piedra de ónix colgando alrededor de sus cadenas.

En la Ciudad de la Furia (WonHui/GyuHao/SeokSoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora