𝟑𝟔. 𝐌𝐚𝐫𝐤𝐮𝐬 𝐈𝐈𝐈:𝟏𝟏

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«Y los espíritus inmundos, al verle, se postraban delante de él, y daban voces, diciendo: Tú eres el Hijo de Dios»

Marcos 3:11


Joshua se sentía impactado de muchas formas. Primero Minghao le revelaba que su madre era Galvah/Sophia, la madre de los ángeles y que él era mitad humano mitad ángel y ahora que tenía alas.

—¿Cómo es eso posible...?

Pero no tuvo tiempo de seguir sorprendido por su herencia porque de la arena ceniza comenzó a surgir una criatura de aspecto al principio indescriptible.

En realidad Joshua no podía describirlo y sólo se quedó perplejo y asustado de ver semejante cosa con sus propios ojos humanos. Minghao también observó a la criatura emergente y se colocó frente a Joshua en posición de defensa, tomando de nuevo el arco con sus dos manos.

La criatura era nada más y nada menos que la primera cáscara del Qliphoth, Taumiel. Se levantó de las arenas, emergiendo de ellas, el viento ahora sopló de todos lados como una tempestad. Era colosal, tocando casi aquel cielo de magma movedizo. Tenía el cuerpo antropomórfico y grueso, como si estuviera hecho del tronco de un árbol negro y quemado con los rostros de miles de demonios esculpidos en su torso, de expresiones terribles, con brazos y piernas de tamaño indescriptible. Se alzaba sobre todo el mundo que rodeaba.

Era bicéfalo, portando dos cabezas demoníacas y alargadas, las de dos murciélagos monstruosos de colmillos alargados y ojos completamente rojos como dos rubíes malditos, con cuernos torcidos en cada una de ellas. Cada cabeza tenía una corona negra que parecía escurrir y enterrarse en la piel ennegrecida de aquella criatura.

Tenía dos alas negras de murciélago que parecían rotas, pero que movía con orgullo y estas eran las que causaban el viento en borrasca. Y en una de sus manos alargadas y de largas uñas había una lanza negra de punta torcida, que portaba con amenaza latente.

Joshua se llevó una mano al pecho y otra a la boca.

—Dios santo... No lo puedo creer —dijo, sin poder terminar de entender qué era lo que tenía enfrente.

—Ese es Taumiel, el qliphah más poderoso del Árbol de la Muerte y una de las criaturas más fuertes a las que uno se puede enfrentar —dijo Minghao, invocando una de sus flechas y poniéndola en el arco—. Y querrá volvernos polvo, pero no vamos a permitirlo. Joshua, hasta que no encuentres tus alas necesito que te mantengas apartado.

El exorcista se sintió mortificado con esas palabras.

—¿Pero cómo voy a encontrar mis alas? Ni siquiera sabía que yo era... —se desesperó—. Ni siquiera puedo hacerme a la idea de que soy mitad ángel. Oh Dios, no sé qué hacer.

Minghao le siguió hablando con voz tranquila, como si esa situación no fuera lo que era. Cómo si no tuvieran a semejante criatura delante de ellos.

—Mantén la calma, eres un hombre racional y un hombre de fe, debes encontrar la manera, yo sé que lo harás.

Taumiel gruñó y todo alrededor comenzó a temblar por la potencia del gruñido. Las dunas se movieron a tal punto de resbalarse, pero Minghao miró a Joshua con una sonrisa casi reconfortante y tan pura como todo en él.

—Encontrarás tus alas. Ahora, corre.

Y diciendo esto, Minghao extendió sus propias alas de oro y después de doblar sus rodillas, emprendió vuelo hacia arriba.

Joshua lo vio volar hacia Taumiel y se admiró de la valentía del serafín. El qliphah movió su lanza con una agilidad que parecía imposible para su tamaño colosal, pero que para la sorpresa de los ojos del hombre fue así. La giró y la osciló hacia el ángel que se veía como una pequeña mariposa se ve en comparación de un humano.

En la Ciudad de la Furia (WonHui/GyuHao/SeokSoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora