24. 𝐉𝐚𝐤𝐨𝐛𝐮𝐬 𝐈𝐈:𝟏𝟗

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«Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan»

Santiago 2:19


Regresaron a la sede. Los cazadores se fueron por su parte cuando Seungkwan dijo que él llevaría a Jeonghan a la oficina de Seungcheol, que no salía de ella hasta más tarde.

Seungcheol era un hombre muy ocupado, tenía que estar al pendiente de muchas cosas al mismo tiempo; de la sede que manejaba, de los asuntos que atañían a la organización directamente desde el lado administrativo, y por supuesto, cada uno de los miembros eran su responsabilidad, tenía que tener constante conocimiento de su situación. Los doce que ahora tenía que liderar y cuidar.

Por eso tener a uno de sus miembros (especialmente a Jeonghan) en una localización desconocida haciendo algo fuera de una misión oficial, había sido estresante para él.

Aunque eso se ganaba por tener a un demonio trabajando con ellos. Pensó que tenía experiencia tratando a Wonwoo, pero no le había dado el crédito que se merecía por su gran autocontrol sobre sus impulsos demoníacos.

Jeonghan tenía razón con sus palabras. Lo que escondían del cazador había permanecido seguro solamente porque Wonwoo mantenía a raya todas sus tentaciones.

¿Nunca pensaron que tener a Jeonghan cerca podría tentarlo irremediablemente a hacer algo que habían podido evitar todo ese tiempo?

El demonio aseguraba que no jugaría con esos asuntos, porque a pesar de parecer que no se tomaba las cosas en serio y luciera desinteresado, Jeonghan conocía el peligro verdadero. Era tan viejo como los ángeles, con la ventaja de haber pasado en el mundo terrenal más tiempo que ellos. Conocía el corazón de los humanos.

Vería dentro del corazón de Seungcheol con una sola mirada, aunque el líder había aprendido a enterrar gran parte de su persona, porque era un sacrificio obligatorio para alguien como él. Para un Lamed del Oculi Dei no había cosa más importante que la seguridad del mundo y su equilibrio para la continuidad de la humanidad como raza.

Y aún así, seguía siendo sólo un hombre. Había deseos y sentimientos que no podía evitar, sólo reprimir.

La puerta de su oficina se abrió sin aviso, pues Seungkwan no tenía paciencia y Jeonghan era experto en usar su lengua para desquiciar a cualquiera a base de puras palabras.

El médium había querido sacarle más información de sus andaderas, pero el demonio no reveló nada más y no tenía sentido seguir intentando.

—Aquí lo tienes, yo me iré a descansar, ¿está Wonwoo aquí?

Sin levantar la mirada de la superficie de su escritorio, con las manos a los lados de la cabeza, Seungcheol sólo asintió. Seungkwan le lanzó una mirada preocupada al mayor, vacilando en retirarse.

—Seungcheol, ¿quieres que te traiga una aspirina y un vaso de leche? —preguntó con las cejas bajas.

Su líder negó y por fin levantó la vista. Seungkwan seguía con una mano en el pomo de la puerta y Jeonghan ya había entrado silenciosamente a la oficina.

—Ya me tomé dos, gracias —respondió, tomando el resto de la botella de agua y bebiendo los últimos tragos.

Seungkwan lo miró un poco más, aún preocupado, hasta que él también suspiró.

—Te va dar tinnitus.

Fue lo último que dijo antes de retirarse de la oficina y cerrar la puerta tras de él, dejando solo al demonio con el hombre.

En la Ciudad de la Furia (WonHui/GyuHao/SeokSoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora