Prefacio

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¿Día que estás empezando a leer esta historia? Respondan o se quedan ciegas


Me empino el último trago que queda de labotella de whisky y la tiro a los asientos traseros. Paso el dorso de mi manopor las comisuras de mi boca limpiando el líquido que cae por mi mentón hastaperderse por mi cuello. 

Mis ojos se encuentran casi entrecerrados, pero no dejode mover la cabeza de un lado a otro debido a la fuerte música que se escuchadentro de la camioneta. Intento arreglar mi vestido plateado que, debido alsudor, se mantiene tan pegado a mi piel que se torna un poco incómodo. 

Desdehace un rato me he quitado los tacones para darle un descanso a la planta demis pies y con una mano trato de arreglar el desastre que es mi cabello rubiopor todos los saltos que di en la discoteca.

Hace ya varias semanas que no había pisado una fiesta por culpa del castigo que me dispuso mi padre por haber provocado un pequeño accidente hace como dos meses.

Sí, había tomado ese día.

En mi defensa debo decir que el otro carro se me cruzó en el camino. Por suerte ninguno de los dos chóferes tuvo un final fatal. Solo unas cuantas heridas y una indemnización que mi padre tuvo que pagar por haberle arruinado el auto al hombre ese.

El recuerdo cruza por mi mente como si la acalorada discusión con mi padre hubiese sido ayer.

—Es la última vez que arreglo tus estupideces, Olivia —espeta mi padre con furia una vez entramos a la enorme mansión—. Estoy hastiado de tanta irresponsabilidad de tu parte. No todo es lujo, fiestas y adicciones, hija. Debes dejar ya esos malditos hábitos.

—Por lo menos yo trato de disfrutar de mi vida antes de quedarme llorando como una maldita inútil. Mamá murió, papá. Intenta superarlo y sigue con tu vida.

—Tu madre no hubiese querido que te comportaras de esta manera.

—¿Y qué sabes tú? —pregunto, alzando un poco la voz.

Mi padre niega con la cabeza. Lo hace cada vez que intenta acabar con la conversación antes de empezar una discusión que, sabrá, terminará quebrando más la relación casi inexistente que hay entre los dos.

—Vivo con la conciencia limpia de saber que hice todo lo posible para que tu madre fuera feliz a mi lado y eres consciente de eso. No quiero ver como la vida de mi única hija se va al demonio por no haber hecho algo a tiempo. No me obligues a tomar otras consecuencias para ti, Olivia. —Su tono condescendiente me fastidia porque me hace sentir culpable por la manera en que le hablo. Aprieto la mandíbula con fuerza y dejo los puños a mi lado en el momento en que noto que se acerca a mí para colocar una mano en mi hombro y deposita un beso en mi frente—. Te amo, hija. Duerme bien.

El mal sabor del fin de esta conversación queda en mi garganta. Las ganas de gritarle que solo tengo las fiestas y mis adicciones para intentar huir del dolor de haber perdido a mi madre, pero ahogo las palabras en mi boca. Mamá me enseñó a no demostrar debilidades y que lo único que sirve en esta vida es ganar. No soy débil y nunca lo seré. Mucho menos cuando él intenta moldearme a su modo.

19 años tarde, padre. Llegaste muy tarde.

Melina Volkova ya me hizo a su imagen y semejanza.

No sé por qué ese escenario llega a mi cabeza, pero lo dejo pasar como todo lo malo en mi vida y me concentro solamente en lo que tengo y en cómo quiero disfrutar. Ser heredera de una de las cadenas hoteleras más grandes de América y parte de Europa me daba un status del cual podría aprovechar siempre que quisiera.

Un plan B, bastardo © [01] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora