9. ¿Y cuándo te pedí la historia de tu vida?

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Digan presente:

Con la mente en la nueva presencia, sigo moviendo de manera inconsciente la pequeña cuchara dentro de la taza de té que me pidió la señora Norma

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Con la mente en la nueva presencia, sigo moviendo de manera inconsciente la pequeña cuchara dentro de la taza de té que me pidió la señora Norma. Me encontraba en la cocina hace un poco más de una hora porque siendo sincera no me sentía tan cómoda con la presencia de Marcelo en la sala.

Su manera de hablar, moverse y su intento de ligar conmigo me causaba un poco de molestia ya que nos conocíamos hace unas horas y el hombre ya había utilizado todas sus armas de coquetería.

«¿A qué hora llega Connor?»

Las voces se escuchan a lo lejos y giro mi cabeza para ver la hora en la pared de la cocina. Las flechas del reloj marcaban las 2 de la tarde. Tomo un poco de café de mi propia taza y me sobresalto un poco cuando escucho su voz a mi espalda.

—Claramente no te he caído bien. —Giro mi rostro sobre mi hombro y de reojo puedo ver el atlético cuerpo de Marcelo, apoyado en el marco de la puerta. No respondo nada y al parecer eso lo impacienta un poco—. Si te incomodé, te pido disculpas.

—No —hablo al instante que noto que se empieza a acercar. Giro mi cuerpo, quedando frente a frente con él lo que detiene su paso y se queda en su sitio—. No soy buena socializando con gente que no conozco.

«Ni me interesa conocer».

—¿Podría saber a qué se debe eso?

—No quiero ser grosera pero no es algo que te incumba.

—No estás interesada en darte la oportunidad de conocerme.

—Ya conozco a muchas personas. Además, en todo caso, tú tendrías la oportunidad de conocerme.

—¿Sería como un privilegio?

—No quería decirlo yo para no sonar tan egocéntrica.

—Créeme, ya dejaste tu posición hasta hace unas oraciones antes.

—Qué bien que te haya quedado claro, entonces.

Asiente. Golpea su índice contra la madera de la encimera y chasquea la lengua.

—No tienes el acento del inglés australiano.

—Soy de NewYork, Estados Unidos. Llegué hace una semana a Australia.

—¿Una semana y ya conoces a muchas personas?

—Así es.

—Adivinaré. ¿A Connor?

—Y a sus amigos —añado.

—Soy el mejor amigo de Connor.

—Exacto. De él. No mío.

—Podría ser algo tuyo si te das la oportunidad.

La manera en que lo dice opta un tono más coqueto de lo normal y debo evitar bufar por su actitud que a cada segundo me tiene más incómoda. ¿Es que este tipo no notaba que no lo quería cerca? Marcelo comienza a caminar a paso lento hacia mi dirección y sin ser tan obvia retrocedo poco a poco, con la taza en mano. Sus ojos quedan fijos en los míos y creo que mi rostro muestra un gesto claro de querer tenerlo a más distancia de mí.

Un plan B, bastardo © [01] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora