2. No digas mamadas, MeriJein

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Digan presente:

Acomodo los lentes negros sobre mi rostro mientras mantengo la mirada en la sección de abordaje donde se encuentra mi padre hablando con una de las azafatas del lugar

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Acomodo los lentes negros sobre mi rostro mientras mantengo la mirada en la sección de abordaje donde se encuentra mi padre hablando con una de las azafatas del lugar. Mis ojos se encontraban rojos e hinchados por completo desde que acepté que realmente me iría a Australia, sola. 

Mi nana Olga se quedó toda la noche conmigo, acariciando mi cabeza, dándome palabras y consejos que me ayuden con la estadía en un país que desconozco, lejos de casa. Me habló de su hermana y de lo que hacía. Fue enfermera hasta que un accidente la dejó sorda y desde entonces solo se queda en su casa mientras que su hijo -que en realidad es su nieto- se encarga de los gastos generales.

Si soy sincera, me valía mierda todo lo que tuviera que saber de las nuevas personas que me acogerán en su casa, llegando a ese país. 

El rencor que sentía en mi cuerpo hacia mi padre no dejaba que pensara en otra cosa que no sea buscar una manera de convencerlo para que no me mande lejos. Obviamente nada de lo que pudiera decirle, sirvió. 

Mi padre estaba tan decidido a mandarme lejos con tal de que su empresa no sufriera de una mala reputación por mi culpa. Y no solo eso, sino también se aseguraba que el oficial al que sobornamos, no cambiara de opinión y terminara declarando en mi contra, generando así más disturbios a mi vida libre de delitos.

«¿Cómo mi vida se pudo ir a la mierda en menos de 24 horas?»

El aeropuerto es enorme y por suerte me encuentro en la zona VIP para que mi día no se vaya completo al carajo. A pesar de tener un gorro deportivo sobre mi cabeza, soy capaz de sentir la luz de los flashes que los reporteros se encargan de dar al lado lateral de mi cuerpo. Soy el chisme de New York y hasta que no me fuera, no acabaría. Apenas salí de casa, vi que los reporteros ya se encontraban fuera de la propiedad.

«¿No dormían acaso?»

Me llenaron de preguntas tal y como la noche anterior pero como siempre mi padre se negó a dar alguna declaración. Mi coraje no pudo más y lo único que terminé diciendo fueron los nombres de las dos personas que me terminaron decepcionando.

Marco Devi y Sonia Banitelli.

«No seré la única idiota que saldrá jodida de esto.»

Cuando escucho a mi padre llamarme, dejo de revisar mi celular y todo lo que dicen sobre mí en redes sociales, y lo termino guardando en el bolso de mano que está encima de mi maleta negra. Mi outfit deportivo combina con el color de mi equipaje y noto como mi padre rueda los ojos cuando comienzo a caminar hacia él con una actitud egocéntrica.

—¿Feliz porque te desharás de mí? —no puedo evitar preguntar con sarcasmo.

—Piensa lo que quieras, Olivia.

—Eso es justo lo que pienso.

Entrego mi pasaporte y mi visa a la encargada y comienzan una revisión exhaustiva a mi equipaje. Frunzo el ceño pues ya lo habían hecho hace una hora, pero la orden de mi padre me sorprende cuando manda a revisarla de nuevo por si llevo algún tipo de alcohol.

Un plan B, bastardo © [01] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora