10. Esta tensión me alborota y me aterra

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Digan presente:

Bajo del Uber que se aparca frente a la puerta de la tienda de música donde trabaja Nina y acomodo mi casaca por el frío que está haciendo esta tarde

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Bajo del Uber que se aparca frente a la puerta de la tienda de música donde trabaja Nina y acomodo mi casaca por el frío que está haciendo esta tarde. Había quedado con la azulada para ir a un recorrido de tiendas que estén buscando empleados a medio tiempo. Han pasado casi dos meses desde que llegué a Australia y mi padre decía la verdad cuando me anunció que solo tendría dinero para tres meses. El hombre en serio está dispuesto a hacerme trabajar.

«¿Qué carajos haré?»

Con Nina habíamos encontrado unas cuantas cafeterías que buscaban chicas presentables para el puesto de servicio al cliente. No es que tuviera la paciencia suficiente para tomar pedidos, pero hasta ahora era el único "trabajo" en el que me encontraba capaz de cumplir.

La campanilla al abrir la puerta anuncia mi presencia en la tienda y busco a mi amiga en el lugar, pero me sobresalto en el momento en que escucho cajas caerse dentro de un almacén. Corro hacia donde se encuentra la habitación y abro la puerta para encontrar a Nina tirada en el piso con unas cuantas cajas encima. Sus quejidos de dolor son demasiado audibles y yo no puedo evitar reírme al ver aquella escena frente a mis ojos.

—¡¿Acaso intentas matarte?! —grito, poniéndome de cuclillas para ayudarla y quitar las cajas encima de su cuerpo.

—Si lo quisiera hacer, créeme que no sería por unas cajas asesinas —responde entre quejidos—. ¿Qué te parece un auto? —pregunta y entrecierro los ojos en su dirección para entender si lo dice en serio.

—Eres rara, Nina.

—Aw, cosita.

Palmeo su mano cuando intenta apretar mi mejilla y pateando las cajas a un lado salimos del almacén para volver a la mesa de atención de la tienda. Me quedo apoyada sobre mi mano mientras veo a Nina administrar la caja y contar los billetes.

—Me gustaría trabajar aquí —murmuro con pena.

—El otro empleado que había renunció, así que el jefe anda resentido. Tal vez en unos meses vuelva a considerar tener dos empleados, pero por el momento, solo uno es suficiente.

—Mi cabello olerá a comida grasienta —me quejo.

—Si es que te dan el trabajo.

—Gracias por las buenas vibras.

—De nada, rubia.

Sigo observando a la azulada contar hasta el último billete de la caja y sonrío cuando guarda todo. Palmeo la mesa de madera feliz de no seguir esperando con la idea de huir del lugar para poder buscar un trabajo decente para mí, pero en ese momento se escucha nuevamente la campanilla de la entrada y un quejido audible se escucha de mi parte.

—Mierda... —maldice Nina con la mirada detrás de mí y confundida, giro mi cabeza para ver a Jackson entrar con una enorme sonrisa a la tienda, pero eso no es lo que me tiene de mal humor, sino el divisar a la persona que está a su lado.

Un plan B, bastardo © [01] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora