34. El inicio es una m*erda pero el final me hizo llorar

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Se aproximan los últimos presentes, lloremos:

Restriego bruscamente la esponja sobre mis brazos, a tal punto de hacerme daño creando pequeñas heridas en mi piel, mientras no detengo la acción de quitarme el sentimiento de asco y suciedad en mi cuerpo

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Restriego bruscamente la esponja sobre mis brazos, a tal punto de hacerme daño creando pequeñas heridas en mi piel, mientras no detengo la acción de quitarme el sentimiento de asco y suciedad en mi cuerpo.

El volumen de mi llanto es disimulado por el ruido que hace el agua de la ducha caer contra el suelo y mi espalda. Mi pecho sube y baja irregularmente debido a que no puedo controlar los sollozos y los jadeos. Mi piel empieza a arder por el enrojecimiento que provoca la esponja pero no me detengo.

Todo mi cuerpo sufre las mismas heridas. Mi cuello, mis hombros, mis brazos y mi torso. Mi abdomen y mis piernas obtienen lo peor al creer que pudo haberse quedado tocando más tiempo esas zonas. Los mareos y las náuseas que me provoca aquella sensación son demasiado fuertes y debo detenerme un poco para evitar vomitar dentro de la ducha.

Termino tirando la esponja fuera del pequeño cuadrado cuando siento que es inútil. El asco sigue en mí y no puedo dejar de llorar. Emito pequeños gritos internos mientras sostengo mi cabello húmedo entre mis manos y apoyo mi frente sobre mis rodillas, quedándome sentada y desnuda al tiempo que sigo sintiendo el agua caer sobre mí.

No sé qué estará haciendo Helena y la señora Norma, pero está claro que mi excusa de "necesito usar un rato el baño" se ha alargado. No he tomado el tiempo pero fácilmente podría estar demorando más de treinta minutos encerrada. Una vez quedé encerrada en el baño, lo único que hice fue desnudarme.

«No puedo, no puedo»

Mis manos acarician las marcas en mi piel que evidencian el daño que me provocó mi madre, y ahora se juntan al agravio de Marcelo, dejándome más rota que antes.

A pesar del ruido de la ducha, logro escuchar el seguro de la puerta siendo quitado. No soy capaz de ponerme de pie, ni siquiera dejo de llorar en el momento que la cortina de la ducha es deslizada a un lado, permitiéndome divisar el rostro de Connor que mantiene una toalla en su mano.

Noto que sigue con la ropa de la fiesta. Su gesto enfurecido pero a la vez melancólico se contrae más cuando observa mi estado. Sus ojos se encuentran enrojecidos y un poco hinchados. Si él se ve de esa manera, no quiero ni imaginar como me encuentro yo frente a él.

—Por favor, es suficiente —murmura, bajoneado.

No soy capaz de emitir una sola palabra y dejo que el llanto me domine. Connor despega los ojos de mi cuerpo y se encarga de cerrar la llave de la ducha. No dice nada. Sólo se pone de cuclillas para colocar sus brazos bajo mis axilas y me pone de pie enrollando la toalla en mi cuerpo.

—No me toques —sollozo, empujándolo.

—Olivia...

—¡No me toques! —grito— ¡Me dejaste sola! ¡No te acerques en mí!

Un plan B, bastardo © [01] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora