Capítulo 1: Sueños encadenados

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—Y entonces aunque las lluvias son solo gotas parecen cantar, se elevan al cielo y caen. Gritan a sus sabios los deseos que descansan enterrados bajo los árboles, cobijados por la tierra y entonces... 

Antes de que el golpe pudiera tocar a la persona que dormía apaciblemente en su pupitre el brazo de la profesora fue retenido por una mano huesuda y deformada por el trabajo constante.

—Y entonces serás escuchada, tus lágrimas te guiarán, se unirán a los caudales. Y entonces llegarás a donde el río nace, ahí estaré yo, doncella de mi amor, esperando que la vida nos prepare un lecho en el fondo de la eternidad.

Recitó calmadamente casi en un susurro la muchacha sosteniendo aún el brazo de la mujer. La anciana, invadida por el temor atrajo su brazo a su pecho, zafándose del agarre que la había tomado por sorpresa, no comprendía de qué manera una niña podía parecer dormida con tanta tranquilidad y descuido, pero ser capaz de sostener un repentino ataque y regresarlo con una intensidad temible.

—¡Señorita Marchesine! Si quiere dormir opino, debería hacerlo en casa; no en clase. Y ya que estamos reprochando su comportamiento ¿Tiene acaso usted alguna autoridad para agredirme o retarme? Sin duda usted no sabe ni lo más mínimo sobre esta lección

La chica buscó adaptarse a la luz diurna que se colaba por la amplia ventana y bailaba por entre las claras cortinas dibujando sutiles sombras. Pasó su mano por su frente apartando los cabellos que le nublaban la vista y alzó la cabeza, sin pronunciar palabra alguna; solo miraba fijamente a la mujer esperando la siguiente acusación.

—¿No va a responder señorita? al fin muchacha zafia, soez e inadaptada.

La chica solo endureció la mirada por unos segundos, denotando su molestia. Empezaba a responder, la vieja lo tomó como una buena señal y prosiguió con sus acusaciones ante las miradas aturdidas de los demás alumnos sobre la chica regañada. Ella continuaba con su vacía expresión, mirando a la profesora con frialdad.

—Es una contradicción que alguien como usted venga a la escuela, una vil ladrona, una simple mujerzuela que no tiene respeto por nadie. De no ser por la inutilidad del sistema legal; estoy segura que se encontraría tras las rejas ¿Pero que puede esperarse de la hija de una miserable forastera y un lisiado bueno para nada?

Sus compañeros, todos ellos varones, empezaron a reír ante las calumnias que le lanzaban a la muchacha, las risas inundaron el salón, pero una destacaba. La víctima estaba riendo aún más alegremente que los demás, hasta casi perder el aire. El silencio se fue haciendo poco a poco en la pequeña aula, con todos atónitos ante las reacciones que expresaba ella, la profesora se quedó aterrorizada ante esa poco común mueca de su alumna.

—¿Ha terminado de hablar profesora?

Soltó por fin la chica tras recuperar el aire perdido, la muchacha no dio tiempo para que la mujer respondiera, con una sarcástica y falsa sonrisa en su rostro pidió disculpas, se acomodó en su pupitre de nueva cuenta, dispuesta a escuchar por enésima vez la lección acerca de la poesía del "más grande poeta de todos los tiempos" y del poeta Zotli.

La profesora inmóvil como estaba aún sintió sus entrañas arder con enojo ante la casi nula reacción de la muchacha. Levantó su mano con furia y la azotó contra la pálida mejilla, que esta vez no esquivó ningún golpe. Eso le pareció muy satisfactorio por un instante pero después cayó en cuenta de su terrible error. La chica se levantó, haciendo gala de su gran altura y su finísimo cuerpo. Fingiendo indignación y sobando su enrojecida mejilla.

—¡Pero profesora! Mire que hacerle eso a un pobre ladronzuelo que no tiene lo suficiente para vivir, un estudiante que debería ser educado para ser tan ejemplar como todos sus demás compañeros ¿Acaso no cree en la reivindicación del criminal?¿No es eso lo que Zotli expone en su mejor poema "El nuevo vaso"? 

La sombra de las aves. El fénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora