Capítulo 16: Olistea, la capital del viento.

3 1 0
                                    

—Alteza, sé lo que busca pero lamento decirle que no puedo ayudarle, ese asesino está bendecido por una sombra muerta

—Excelencia, debe existir algún modo, por favor...

—Por favor cierre la puerta. No queremos entrometidos, bien... hay un antiguo hechizo llamado "Revelación" pero sólo es posible realizarlo con la espada del sol, ya sabe que esa espada sólo puede ser utilizada por el legítimo rey

Otra vez la magia estaba interviniendo en su camino ¡Ella también debería poder utilizar esa espada! El rey era la representación del sol en la tierra y la reina debía ser su fiel esposa la luna, pero si el rey era inmune a las leyes contra la magia solar entonces ella debería poder ocupar con libertad la magia lunar.

Los sirvientes la estaban buscando, debía irse a preparar pronto. Se despidió del sumeri y se fue, cuando salió el capitán Adalid entraba, el hombre la saludó cortésmente y le cedió el paso. El capitán era alto, delgado y con piel clara, sus claros ojos fríos lo hacían tan temible como una bestia. Con un cabello negro espeso y una corta barba negra bien cuidada.

—Padre ¿Me mandaste llamar?— Saludó elegantemente el hombre.

—Adalid, el rey debe ser coronado lo antes posible. Es tiempo de mover las demás piezas, los peones hicieron un buen trabajo ¿Luke está al tanto?— Declaró el anciano respondiendo el saludo.

—Lo está padre, ya ha desplegado búsquedas para encontrar a nuestro benefactor y pagarle por sus servicios al país. Por cierto, mis hombres encontraron el anillo del conde a unos cuarenta kilómetros de la estación en el sur, cerca de ahí también se encontró al caballo y el lugar no está tan lejano de donde se encontraron los cuerpos de los otros

—Esto es interesante, siempre al sur ¿Eh? Veo que mi nieto ya está preparado para ascender al trono, bien, puedes retirarte

Un olor desagradable la hizo despertar, ¿En qué momento se había quedado dormida? las pesadillas parecían haberse hecho ligeras y ya no tenía esa sensación en la cabeza. Cerca había un hombre con una pajarera llena de canarios, el excremento de los animales era lo que la había despertado. Regresó completamente al mundo, estaba sentada en un tranvía, durante la madrugada habían llegado a una pequeña población de paso donde se situaba la primer estación al sur y después de esperar unas horas consiguieron boletos para Olistea. Aunque el verdadero problema fue ocultar las armas para que no hubiera preguntas.

La población cercana a la estación era diminuta, a lo mucho tendría trescientos habitantes, con cuarenta o treinta construcciones que en su mayoría estaban conformados por tres pisos y se trataban de hostales. Aunque lo que más sorprendió a los muchachos fue la radio que estaba en la estación y el telégrafo. En Savitra nunca se había instalado uno por cuestiones que nadie terminaba de entender. Había varias personas con algo de equipaje y otros comerciantes que ninguno de los dos conocía, en dirección a la estación del ferrocarril para transportar las mercancías a otros centros de comercio más grande.

Casi pierden el tranvía por estar escuchando la radio en el mostrador, no escucharon las primeras llamadas, fue hasta que alguien preguntó por la caja de música del magii que ambos se prepararon para el viaje. Cuando vieron el dichoso transporte se sintieron un tanto decepcionados, sabían que no se encontrarían con un ejemplar que funcionase a base de magnetismo pero tampoco esperaban que las ruedas estuvieran tan desgastadas y aún el tranvía se conectara a cables de manera constante. Resignados a viajar en tal carcacha terminaron de subir todo su equipaje y compraron pan en uno de los hostales. Con cuidado escondieron a Metz hasta que el celador se fue a la cabina y aprovechando la soledad sacaron al perro del escondite para darle algo de pan antes de que el sueño los venciera.

La sombra de las aves. El fénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora