Capítulo 20: Secreto a voces

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—Ella tenía un hijo... Él debió ser MI hijo ¡Debió ser el hermano de nuestro James! ¡ELLA ME ESTÁ QUITANDO TODO!

¿Cómo se había enterado de toda aquella situación? Apenas estaban enterados ciertas personas que no incluían a los sirvientes. Analizando los lugares por los que se pudo haber filtrado esa información los únicos responsables podrían ser los capitanes de otros regimientos. Aunque, ahora que lo pensaba, quería a ese chico vivo para sanar a su padre, si exponía su identidad ante otros les sería imposible dañarlo sin sufrir consecuencias. Quien le hubiera dicho acababa de hacerle un favor a medias aunque era mejor a nada. La calmó y después de llevarla hasta su habitación empezó a pensar una manera de favorecerse con ello, vagando por la mansión terminó en el cuarto donde se pintaba un nuevo retrato de su amigo.

La pintura estaba por terminarse, se acercó hasta el lienzo y lo tocó un poco. James ahora estaba muy lejos de él, se había ido a un lugar donde no era capaz de contradecirlo, retarle o mentirle. Sonrió complacido al rozar la parte del lienzo donde estaban dibujados los ojos del difunto.

—Te lo advertí James, la corona debe recaer en alguien dispuesto a cambiar adelante, no de regresar al pasado. Ojalá pudieras escucharme... ojalá te pudras en el infierno.

Regresó a la oficina y llamó a su secretario, el pobre hombre se estaba cayendo de sueño intentando cumplir con sus labores profesionales. Luke le pidió un último informe sobre el incendio, ese hombre era muy bueno en su trabajo, tendría unos veinticinco años, era atractivo y muy capaz, el defecto más palpable era su desagradable hábito de chismear sobre asuntos ajenos, aunque ahora venía bien un chismoso entre la esfera alta.

—¿Sabes lo que me sorprende?— Empezó a comentar como realmente sorprendido.

—¿Qué señor?— Respondió su ingenuo secretario.

—Ese chico, el que acompañaba al enmascarado, era muy parecido a James.

—¿Enserio?

—Sí, ahora que lo pienso, los Azardas tienen fama de ser infieles ¿Crees que se trate de un hijo bastardo?

—¡¿Un bastardo?! ¿Usted qué cree?— Empezó a especular el secretario.

—No lo sé, es una especulación. ¡No vayas a andar de chismoso por ahí Keshav! pero sí se me hace muy sospechoso. Bueno, puedes retirarte, recuerda ¡Nada de esto a nadie! Me van a matar si algo se filtra.

El hombre se despidió, el chico dobló una grulla de papel y lo mandó a seguir con un hechizo, tal como lo esperaba ante el primer guardia que se encontró empezó a relatar el chisme como un secreto de alta importancia. Podía dormir esa noche.

Despertó con el sudor frío recorriendo su espalda, las pesadillas habían sido nuevamente tan vívidas, su respiración estaba fría como el aliento de la nieve, veintiocho de septiembre de 1868. Arghartha empezaba a entrar en una crisis que cambiaría por completo al continente entero, los rumores sobre el rapto de la princesa y la incompetencia del archiduque Baizel empezaban a circular entre los altos mandos del país, en menos de una semana el país entero sabría sobre el asunto y un mes después Cupyria empezaba a mandar embajadores para enterarse de la situación política de su vecino. Por lo mientras en las afueras de la ciudad capital del estado Azardas, tres niños se aventuraban fuera de su zona de confort, dando un significativo giro a su vida.

Metz estaba lejos de ella, acurrucada cerca de la chica pelirroja, el cuentacuentos entró al cobertizo con algo de pan entre manos, se sentó junto a la cazadora y le extendió la comida.

—¿Cómo lo conseguiste?

— Hay una casita no muy lejos de aquí. Ahí lo compré ¿Cómo te sientes?

La sombra de las aves. El fénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora