Capítulo 8: La voz del miedo.

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—¡AZURA!

Gritó una voz por detrás de ella, ¿Por qué no se detenía de perseguirla? ¿Por qué no simplemente demostraba cuánto la odiaba como hacían los demás? ¿Por qué la hipocresía de ese tipo era premiada mientras su sinceridad castigada? Ella lo odiaba, lo odiaba hasta casi tener la fuerza suficiente para matarlo. Como si no fuera suficiente las primeras gotas empezaron a caer sobre la tierra, al principio fueron unas pocas pero poco a poco las nubes empezaron a desmoronarse empapando a todos los transeúntes que aún estaban en la calle, la última lluvia del verano llegó justo a tiempo, pues en esos momentos los lagrimales de la muchacha accionaron.

Con los ojos nublados no podía ver los escalones claramente, por intentar bajar rápidamente tropezó con la falda y rodó escaleras abajo, ganando varias heridas por la caída, desgarrando su ropa y su piel, sus rodillas, sus palmas, sus codos, sus piernas y hasta la cara estaban llenas de raspones, cubiertas de sangre. Contuvo un grito de desesperación, se levantó con dificultad y se hizo ovillo sin importarle nada. Llevaba unos minutos ahí cuando los pasos de una persona la hicieron reaccionar, si era Dave juraba que lo mataba. Alzó desconfiadamente la mirada secando su rostro de lo que fuera que escurría por sus mejillas, sangre, lágrimas, agua lo que fuera; era vergonzoso que cualquiera la viera así. Damian estaba parado frente a ella con una sombrilla y una bolsa de pan en las manos, se puso de cuclillas hasta alcanzar a verla perfectamente y le ofreció un poco de cobijo, ella se puso de pie dificultosamente para abandonar a su amigo pero él la detuvo de la muñeca.

—Hay unas cuantas "Rondas" esta noche, si quieres desquitar la cosa que te haya pasado, creo que puedes matar dos pájaros de un tiro, yo voy a ir por algo de diversión

—Suena bien, pero estoy hecha una nimiedad, con este vestidito no puedo moverme bien

El joven la invitó a su casa para cambiarse, cuando llegaron la abuela del chico le lanzó una piedra de sal a la muchacha antes de reconocerla entre el mar de sangre, no se disculpó, solamente regresó a su habitación, Damian dejó el pan en la mesa y le pidió que le mostrara las heridas, ella no se resistió, de deshizo del vestido y del fondo para aprontar el proceso, él limpió sus heridas y le entregó las vendas para que continuara el proceso mientras iba a buscar su vieja ropa para prestarsela a su compañera. Azura se vendó y se puso la gasa en la cara, ya no estaba tan mal, Damián regresó con varias prendas en las manos, se las dio y ella se vistió. Se trenzó el cabello y lo recogió de modo que no le estorbara, Damian se despidió de su abuela que les deseó una buena noche y salieron. La caída había traído algo bueno, Dave le había perdido la pista.

Debieron quedarse en la mansión Lorca, la lluvia estaba empeorando y Karim enfermaría si no se abrigaba más. Se quitó la chaqueta y la puso sobre los hombros de la chica, era mejor que regresaran a casa lo más pronto posible pero Karim seguía empeñada en visitar a su amigo. Ante la insistencia de la muchacha aceptó caminar otro rato más pues no lo habían encontrado en donde creía, ya iban bajando las escaleras cuando un niño de los que habían atacado a Kavi anteriormente llegó corriendo hasta Karim al borde del colapso.

—¡Señorita Lorca! ¡Por favor ayúdame!— Suplicó el mocoso aferrándose a las prendas de Karim.

—¿Qué sucede Miri? ¿Pasó algo con tu madre?

—¡Mi hermano! La ronda era hoy y no lo pude parar ¡Van a hacerlo trizas!

Karim se quedó paralizada unos segundos, luego le pidió instrucciones al niño y salió corriendo como alma que lleva el diablo. Dejando al niño con Kavi ¿Qué era una ronda? No sabía ni le interesaba mucho pero podría correr riesgos si estaba sola, mandó al niño a buscar a un chico llamado Dave Marcheise y lo llevara a donde era la ronda, por mientras él intentaría protegerla. El niño obedeció en el acto, el muchacho salió corriendo detrás de ella rezando para no perder su rastro.

La sombra de las aves. El fénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora