—No puede hablar ni podrá hacerlo nuevamente.
Escuchar esto fue un golpe para todos, nadie sabía cómo reaccionar, Azura, queriendo evitar cualquier muestra de emoción se puso de pie e hizo una seña a los otros para partir, Kavi sin ganas de contradecirla llamó a la princesa, agradeció al médico y empacó las cosas para irse. Quería sanarla, pero tenía miedo de lo que pudiera pasarle si intentaba tratar esa horrible herida, lo mejor era acatar las instrucciones del médico y esperar una lenta e incompleta recuperación permanente.
Los días siguientes caminaron casi sin descanso y en un silencio constante, cuando llegaron a la frontera del estado las dudas no faltaron. Kavi y Lucila pasaron como si nada importara pero Metz y Azura se quedaron quietas un rato, habían vivido tanto tiempo en ese lugar, atrás, en algún punto debía estar Savitra, probablemente a esas horas podrían estar en cama o preparándose para trabajar. Si la lengua que la cazadora tenía no hubiera sido tan larga en ese entonces, si se hubiera quedado muda antes todo sería tranquilo hoy.
Llena de miedo dio el paso para atravesar la línea dibujada como límite, el paisaje no cambió mucho en ese momento, aún había unos cuantos sembradíos pero se hacían más pequeños, los poblados eran más fáciles de encontrar y las vías estaban repletas de carretas.
Ya eran mediados de Octubre cuando se toparon con un deshuesadero gigantesco, dos semanas de calma no eran suficientes, debían aventajar cuanto pudieran para evitar a esos hombres. Los mayores habían desarrollado cierto terror hacia los adultos, en Olistea habían salido bien librados gracias al incendio que fungió como distracción pero en su segundo enfrentamiento estaba claro quién era superior, de no haber sido cuatro contra dos entonces sí estarían muertos. Metz también se notaba debilitada recientemente, cuando la primera luna llena de otoño en aquel año llegó, el shuri no se movió ni un poco, parecía enferma.
Los efectos de abusar de sus capacidades empezaban a cobrar factura, la vista de Kavi era cada vez más débil, se sentía cansado constantemente, por su parte, las pesadillas de Azura eran tan recurrentes que rara vez dormía y debido a sus heridas comía poco o nada, para coronar los problemas, la joven princesa había estado hipersensible, cada palabra le molestaba, la ponía triste o la exaltaba, había días en que comía bastante y otros en lo que alegaba estar pasada de peso por lo que se negaba a comer y tal vez hasta parecía un poco pálida. Esa última semana había sido casi insoportable la convivencia, cada uno tenía sus problemas y en un afán por no molestar a los otros terminaban haciendo de la vida cotidiana una auténtica tortura.
Ninguno sabía por dónde empezar a buscar, ese lugar era inhóspito, lleno de personas apenas vestidas con andrajos, el hedor humano se mezclaba con la cañería liberada en las cercanías. Ninguno de los tres había visto algo similar y tuvieron miedo, de ser contagiados de una enfermedad que podría no ser curada fácilmente, de la que incluso algunos renombrados médicos rehuían. Por instinto se alejaban de cuanto se les acercaba, prefirieron correr a un lugar seguro.
Azura sabía que Lucila nunca había tenido contacto con enfermedades letales o muy contagiosas, lo mejor era mantenerla alejada de ahí o de lo contrario tendrían una enferma inútil que cuidar, unas gotas de sangre en el suelo la alertaron. Una espesa mancha carmesí estaba en la ropa de la princesa a la altura de sus muslos, el cuentacuentos también se percató de ello, horrorizado ante la posibilidad de que ella hubiera sido herida alertó a media ciudad con su grito de auxilio. Al inicio la cazadora también se asustó pero con una detallada observación al rostro de la pelirroja entendió que esa no era una herida, se quitó el chaleco y la cubrió. Ella también sabía que era y por eso estaba llorosa y hasta avergonzada.
Hizo callar al muchacho, forzó a Lucila para subirse a la carreta y le proporcionó unas cuantas gasas de sobra que tenían. Sin valor para pedirle que le permitiera revisar sus ropas le hizo una seña indicando que durmiera mientras ellos buscaban lo necesario para después irse. La princesa obedeció y se envolvió en las mantas.
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La sombra de las aves. El fénix
FantasyHa llegado el inicio del final, las bestias dormidas empiezan a despertar. La princesa necesita protección para levantar la corona y sentarse en el trono. Todo parecía tranquilo sin embargo desde hace mucho tiempo no lo es, las acciones egoístas de...