Capítulo 30: Raíces enredadas

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—Sí, solo que ... me pica mucho la garganta y siento que me voy a quedar afónico pronto.

El hombre palmeó la espalda de su amigo y se puso de pie, continuando con su caminata para ejercitarse un poco. Adalid se quedó sentado, aspirando el aroma de las flores de lavanda que crecían en las jardineras, el vizconde se le acercó y rozó suavemente su hombro.

—¿Capitán Baure?

—Señor Elcázar, buenos días ¿Puedo servirle en algo? Espero me permita corresponder su ayuda pronto.

—Capitán, eso no es necesario. Antes ya ha hecho mucho por el estado y por mi familia al interceder por nosotros frente al concejo, por eso apoyamos la causa del duque ¿Lo sabe cierto?

—Lo sé, por eso le informé lo sucedido en el bosque, probablemente el duque reclame que la reserva se vuelva propiedad nacional por lo tanto perderá control y derecho de explotación sobre esas hectáreas. Claro que buscará compensarlo de algún modo pero tenga en cuenta que la existencia de los noctus en el bosque es peligrosa para la población general, entonces el ministerio de regulación mágica deberá hacerse cargo del área para proteger a los civiles.

—Sé lo importante que es preservar el bienestar público, pero no espere que me quede de brazos cruzados antes de ceder mi territorio. Pediré una justa compensación o que se reduzca a la mitad el área que quieren proteger ¿Lo comprende cierto?

—Entiendo perfectamente, pero no es eso lo que ha venido a buscarme ¿Cierto?

—Es ciertamente agudo señor, un conocido suyo ha llegado de parte de su excelencia, monseñor Nathan, el señor Mercidoles ¿Le gustaría recibirlo ahora?

Adalid se quedó en silencio un rato, no esperaba la visita del mercenario, incluso le causó un poco de gracia que se presentara con su nombre completo, se puso de pie y pidió que le hicieran pasar, cuando entró, el hombre lo miró con esa sonrisa socarrona que sólo pueden darse los amigos de la infancia. El vizconde les permitió pasar al estudio privado para que conversaran en paz, sin chismosos que los incomoden y el capitán se encargó de poner un hechizo de barrera para evitar a los espías.

—Así que es la tercera vez que te dan una paliza ¿Eh Alid?

—Segunda, la vez pasada nosotros le dimos una paliza ¿Sabes? Tenías razón, es apenas un muchacho, no solo en su apariencia, es totalmente un muchachito. Incluso podría decirte que es un poco femenino, es muy pequeño, apenas podía creer que pasa de los quince años, es ... frágil

—¿Y te recuerda a ti cuando eras joven?

—No, cuando éramos jóvenes teníamos la mirada inyectada de energía. Pero él tenía la mirada vacía, me dio lástima verlo. Era todo lo contrario a los otros dos, ese magii parecía calmado antes, pero apenas tomó algo de la determinación de esa mocosa, se volvió tan peligroso como el hechicero, violento, impertinente, decidido, todo un Azardas ¿Sabes Merci? Me parece curioso que ese hombre, siendo como era, haya tropezado con una magii.

— Sí, es casi irónico que tenga un hijo magii considerando que él fue uno de los primeros en proponer las iniciativas de segregación. No venía a hablarte de eso pero ya hiciste querer enterarme del chisme completo, por lo que mi tío alcanzó a decirme, la madre ya era adolescente cuando el muchachito nació.

Adalid dejó de escuchar las palabras de Mercidoles en algún punto y sólo fue capaz de mirar por la ventana, Tonath estaba afuera en el jardín con los instrumentos de labranza, ayudando a la servidumbre en sus labores diarias. Debía ser bueno no tener que conocer parte de tus orígenes, nadie sabía de dónde venía el sumeri, a nadie le importaba. Él era amado simplemente por ser el sumeri del sol, pese a que había muchas razones más para amarlo, bastaba con esa.

La sombra de las aves. El fénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora