Capítulo 11: Cuando el mundo se cayó

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—Si no me dejas en paz juro que voy a aniquilar a cada uno de tus espías— Advirtió muy molesto a quien veía detrás de los negros ojos del animal.

Kavi se mantenía sentado y se negaba a tocar la comida que le habían dado, el guardia no era mala persona, incluso tenía buenos temas de conversación pero no se sentía con ganas de comer realmente. Los guardias que pasaban le empezaron a llamar "avecilla encerrada" y se sentaban a platicar un rato con él, luego se iban y no regresaban. Durante el transcurso del día vio pasar numerosas veces a un joven de cabello negro que no le agradaba, se parecía mucho al hombre que había agredido a Karim. Conversando con el guardia se dio cuenta del error cometido, el perro aparecía desde hace dieciséis años y cada que aparecía cobraba ciertas víctimas.

Todo parecía indicar al inicio que se trataba de hechicería negra pero con el tiempo y tras una exhaustiva búsqueda nunca pudo darse con el culpable de dicha maldición, numerosas ocasiones habían intentado dar con el culpable. Todo había empeorado hacía ocho años cuando el número de víctimas aumentó significativamente. Habían recurrido a las autoridades del estado sin embargo nunca les habían hecho caso alguno como si nunca hubieran existido, con el tiempo solo habían aceptado su triste destino pero si él tenía algún método para deshacerse de esa alimaña estarían profundamente agradecidos. Después de todo, igual que todos los demás, solo querían tener una preocupación menos.

Los entendía hasta cierto punto, a esos hombres que estaban en el poder no les interesaban realmente la vida de los que se situaban más abajo de ellos, sólo les importaban los beneficios y placeres que pudieran sacar de ellos. Utilizándolos como si esas vidas y todos los territorios les pertenecieran y pudieran desecharlas a placer, conocía a un tipo así.

Por algún motivo Azura estaba obsesionada con tener acceso a los últimos archivos del anterior juez, todos eran casos que se habían dado por cerrados hace muchísimo tiempo. La mayoría deberían estar desechados pero una centena no estaba ni revisada, todos esos archivos seguramente habrían pertenecido a la época en la que Adole Marcheise era el asistente del juez, al término de la jornada laboral sacó discretamente la caja y fue a la casa donde debería estar la cazadora. Cuando llegó la encontró revisando las que ya había sacado por la tarde.

—¿Por qué no le pediste ayuda a Alexei? Esto es un huracán de información, no puedo creer que tu padre haya sido tan desordenado en su último año de labor

—No sabía qué encontraría, ya está suficientemente involucrado con cosas no tan buenas que si se adentra un poco más terminará siendo cazador como nosotros y su apodo será "La zanahoria del mal"

Damian se rió un poco de las ocurrencias que tenía la cazadora para apodos de criminal, al final tenía algo de razón, si el pequeño se seguía metiendo en ese mundo sin medidas terminaría siendo uno de ellos nunca permitirían que una pureza tan luminosa se contaminara con tal oscuridad.

Dejó la caja a lado de los papeles sin revisar, se recostó en el piso y cerró los ojos para descansar, Azura lo movió bruscamente, él se molestó e intentó patearla aunque ella esquivó el golpe. La cazadora le pidió evitar dormirse ahí, el muchacho le recordó que había pasado la noche en vela por su culpa, ella le pidió que fuera a casa a descansar y después de insistentes minutos Damian aceptó levantarse e irse a casa.

—¿Algo que resaltar en esta investigación detective?

—Sí, que los Marcheise podríamos ser peores que todos los criminales juntos y que Alonse no es tan santo como dice

—¿Toda esa caja es de asuntos familiares?

—No— Mintió, se levantó y decidió acompañarlo a casa, tenían que discutir cómo pagaría su ayuda y era en extremo necesario extender sus piernas ya entumecidas por estar tanto tiempo sentada. Cuando llegaron a la casa de Damian el joven dio una pequeña palmada en la cabeza de la muchacha y se despidió de ella.

La sombra de las aves. El fénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora