capitulo 1

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también había trazado lentamente su plan de evasión. El obispo le había asegurado que sería


liberado en verano. Y el verano estaba allí...


Por la mirilla de la puerta, el carcelero lanzaba de vez en cuando una ojeada desprovista de


toda sospecha, por simple costumbre profesional.


El prisionero, con una escudilla de madera bajo la barbilla -¿volvería a usar algún día la


bacía de fina plata labrada de otro tiempo?-, escuchaba las frases hechas que el barbero


pronunciaba en voz alta para no despertar sospechas. El sol, el verano, el calor... Era cosa digna de


observar que siempre hacía buen tiempo el día de la festividad de San Pedro...


Inclinándose sobre la navaja Ogle le susurró:


-Be ready tonight, my Lord*.


Esté preparado para esta noche.


Roger Mortimer no se estremeció. Sus ojos de color de pedernal bajo las cejas bien


pobladas, se volvieron hacia los pequeños ojos negros del barbero, quien confirmó sus palabras con


un movimiento de párpados.


-¿Alspaye...? -murmuro Mortimer.


-He'll go with us ** -respondió el barbero mientras pasaba al otro lado de la cara de


Mortimer.


Vendrá con nosotros.


-The Bishop...? * -preguntó el prisionero.


¿Y el obispo ... ?


-He'll be waitíng for you outside, after dark** -dijo el barbero, y reanudó en seguida en voz


alta la conversación sobre el sol, la parada que se preparaba, los juegos que se celebrarían por la


tarde...


Nos esperará fuera, después de anochecido.


Terminado el afeitado, Roger Mortimer se enjuagó la cara con un paño sin sentir siquiera su


contacto.


Cuando salió el barbero Ogle en compañía del guardián, el prisionero se apretó el pecho con


las dos manos y aspiró una gran bocanada de aire. Se contuvo para no gritar: «Estad preparado para


esta noche.» Estas palabras le bailaban en la cabeza. ¿ Habría llegado por fin el momento?


Se acercó a la tarima sobre la que dormitaba su compañero de calabozo.


-Esta noche, tío mío -susurró.


El viejo Lord de Chirk se dio vuelta entre gemidos, elevó hacia su sobrino sus pupilas


descoloridas que tenían un brillo glauco en la sombra de la celda, y respondió cansadamente:


-Nadie se evade de la Torre de Londres, pequeño mío. Nadie... Ni esta noche, ni nunca.


El joven Mortimer se irritó. ¿Por que aquella obstinada negativa, aquel rehusar el riesgo, un


hombre al que, en el peor de los casos, le quedaba tan poca vida que perder? No quiso responder


para evitar encolerizarse. Aunque hablaban en francés, como toda la corte y la nobleza, mientras


que los servidores, soldados y pueblo hablaban en inglés, temían siempre que los entendieran.


Volvió junto al tragaluz y miró de abajo arriba la parada, con la agradable sensación de que


quizás asistiera a ella por última vez.


Al nivel de sus ojos pasaban y repasaban las polainas de la tropa, y los gruesos zapatos de


cuero que golpeaban el pavimento. Roger Mortimer admiró las precisas evoluciones de los


arqueros, de aquellos admirables arqueros ingleses, los mejores de Europa, que lanzaban hasta doce


flechas por minuto.


En medio del Green, el teniente Alspaye, rígido como una estaca, daba las órdenes en voz


alta y presentaba la guardia al condestable. Era difícil comprender como aquel hombre joven, rubio


y de tez rosada, tan atento a su deber, tan visiblemente animado del deseo de hacer bien las cosas,


había aceptado la traición. Debía de tener otros motivos, aparte del incentivo del dinero. Gerardo de


Alspaye, teniente de la Torre de Londres, deseaba, al igual que muchos oficiales, sherifs, obispos y

los reyes malditos la loba de fraciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora