CHAPTER 03.

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A medida que los resonantes pasos y voces femeninas se acercaban cada vez más a su dirección, los nervios de Wang Yibo crecían

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A medida que los resonantes pasos y voces femeninas se acercaban cada vez más a su dirección, los nervios de Wang Yibo crecían. Incluso él tenía prohibido entrar en esas seccione aún siendo el primer príncipe.

No supo que hacer hasta que vió partes de las túnicas de las mujeres por ingresar, que con un movimiento rápido, tomó fuertemente a su acompañante del brazo, jalandolo consigo dentro del lugar. Sin soltarlo, lo llevó a un angosto estante en donde con difícultad lograron acomodarse estando frente a frente.

Ni Xiao Zhan ni el príncipe le tomaron importancia a la cercanía de sus cuerpos en ese instante, pues los murmullos de las doncellas mientras buscaban algo que nadie sabia que era, eran lo que los mantenía alerta y con ápices de asuste. Sumandole que tampoco sabían la identidad de aquellas mujeres.

- Liang, trae los libros de la gastronomía del Clan Song y todo sobre venenos.-

Wang Yibo se congeló.
Esa voz era de la Emperatriz y ellos estaban escondidos justo en la estantería de la información del Clan Song.

Y antes de que pudiera reaccionar, la sirvienta Liang apareció en su campo de visión, y esta misma, también se percato de su presencia cuando estuvo a un metro de ellos.

-¡Majestad Fu!- Gritó la doncella cuando los notó.

Wang Yibo abrió sus ojos de más. No, no podía permitir que los descubrieran y menos la Emperatriz. Antes de que la mujer pudiera decir palabra alguna, el príncipe arrebató la daga de la misma del cinturón de su túnica, enterrandoselo en el pecho sin perder tiempo. Al instante, Liang cayó al suelo con un golpe seco, muerta.

Xiao Zhan por su parte, quién lo miró todo con una mirada neutral, fue nuevamente jalado hacia algo así como un estante lleno de libros doble, la cual se giró ciento ochenta grados llevandoselos consigo hacia una pequeña habitación con escases de libros, pero que a simple vista, parecían bien cuidados, por lo que dedujo que eran importantes.

Del otro lado de aquella habitación, la Emperatriz, quien en cuanto escuchó el grito de su doncella, fue con fastidio en su dirección, encontrandola con su propia daga incrustada en su pecho, muerta y con su túnica verde clara impregnada de sangre.

-Tan estúpida.- Murmuró dandole un último vistazo, antes de ir por su propia cuenta en busca de su información.

Xiao Zhan estuvo por hablar, pero su boca fue tapada por su acompañante en un rápido movimiento, a lo que él sólo le enarcó una ceja.

El príncipe se acercó a su oído, y sin apartar su mano de la boca de su mayor, musitó. -Aún no se ha ido.- Permanecieron en la misma posición hasta que ambos escucharon el azote de la puerta principal. Wang Yibo finalmente se alejó, dando oportunidad al otro de hablar.

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