CHAPTER 17.

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Chen Shuang siempre quiso que Wang Yibo tuviera una vida merecedora de él

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Chen Shuang siempre quiso que Wang Yibo tuviera una vida merecedora de él. Aún siendo que el muchacho no llevara la sangre Wang. Chen Shuang sentía que, si ella nunca tuvo su vida propia como deseó tenerla, con un matrimonio feliz sin estár bajo las órdenes de nadie, su único hijo debía tenerla.

Sin pensarlo como se debía, ella le estaba destruyendo la vida al joven príncipe. Finalmente se estaba dando cuenta de su error. Quizás era por su remordimiento pasado que anhelaba remendar, que necesitaba que Wang Yibo se convirtiera en el superior. O quizás, era solo un capricho que tenía, pensando que tal vez así, la vida de Wang Yibo sería de ensueño.

Pero ahora, ahí estaba. Pasando energía espíritual a travez de ella al príncipe aún inconsciente que yacía recostado en su cama. Se sentía culpable injustificadamente.

Porque, aunque ella hubiese intervenido en los azotes del General Xiao, no la habrían tomado en cuenta, tal como lo hicieron con Wang Yibo a pesar de sus suplicantes gritos.
Ahora, estaba desesperada porque su hijo despertara pronto y fuera a sacar a Xiao Zhan del calabozo, puesto que, las veces que estuvo ahí por simple diversión de Fu Yan, no le fue para nada agradable.

Los párpados de Wang Yibo se movieron ligeramente, antes de abrirse de par en par con una emoción desesperante. Se reincorporó dispuesto a salir corriendo al remoto lugar, en donde, seguramente Xiao Zhan estaba siendo sometido a los golpes.

Chen Shuang lo detuvo, dándole una última transcisión de energía espíritual cargada para su descompensión. Chen le asintió, brindandole al chico una leve sonrisa fortificante. -Ve por él.-

Wang Yibo no tenía el debido humor si quiera para devolverle la sonrisa a su madre. Simplmente asintió con el entrecejo contraído, y después, tomó su espada con fuerza, apretándola en el acto. Y por consiguiente, salió a paso veloz a las mazmorras.
Su trayecto estuvo siendo constantemente interrumpido por el personal del Palacio, tales interrupciones fueron gélidamente ignoradas por el príncipe.

Esbozó un bufido en cuanto vió como la zona de encarcelamiento estaba siendo vigilada exageradamente por los guardias asignados por Fu Yan.
Al momento de estar cerca de la zona, fue detenido por los dos hombres que estaban rectamente parados uno a cada lado de la ancha y escalofríante entrada.

Wang Yibo jaló con levencia la empuñadura de su espada, haciendo que solo un poco del reluciente metal se diera a conocer, siendo este acompañado del sonido de su filo. Notó como los guardias se estremecían, permitiéndole el paso como final.
Volvió a enfundar la espada, seguro de su acción al ver como los otros hombres dentro de la zona le reverenciaban, sin poner resistencia alguna a su mirada de desafío.

Tal como Fu Yan lo había ordenado, la mazmorra más remota estaba siendo ocupado por un Xiao Zhan casi en estado inconsciente. Estaba recargado en la fría pared de la sombría y pequeña cabina, con sus labios entreabiertos, con sangre brotando de ellos. Sus parpados se mantenían cerrados y su pecho se notaba a metros que hacia un compás cansado de bajar y subir, como si se estuviera recuperando de haber realizado algún ejercicio agotante.

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