Capítulo 37: El collar

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Rea

Después de que el profesor literalmente llorará contado todo y diciendo que extraña a sus hijos que es una vil mentira porque se ve que tiene el síndrome del hombre dolido y en realidad extraña a su esposa.

Nombro que le gustaba una mujer casualmente muy parecida a mi mamá, incomoda me pare y lo puse en su asiento, le di un trozo de papel para sus lágrimas. Lo vi con pena, le di un pequeño toque en su hombre y regresé a mi asiento.

—La descripción que dio, se pare mucho a tu madre — comento Aarón cuando llegue a su lado.

—¿Qué te puedo decir? Todos quedan cautivados con las Lang — alce una ceja.

—Soy afortunado de tener una — me dio un beso.

El camino para llegar a las cataratas resumido fue dormir y comer comida chatarra. Siempre que viajo me dan ganas de dormir por lo que está vez no fue la excepción, me mantuve en el brazo de Aarón. Él vio películas, reviso sus redes, durmió y comió conmigo...

Nos comió, querrás decir.

Oye, unos besos no le hacen daño a nadie.

Esos besos eran más pornográficos que nada.

El autobus paró haciéndonos saber a todos que habíamos llegado a nuestro destino, bajamos y Aarón me puso su sudadera encima pues estaba haciendo frío, no mucho, pero si estaba fresco.

—Bien, necesito que se dividan en chicos y chicas — exclamo el director.

—Chicas aquí — hablo el entrenador de Soccer —. Y chicos aquí.

No entendí porque nos dividía si no hay cabaña en las cuales quedarse.  Todos al fin acomodados como ordenaron, dijeron la razón por la que nos ponían así.

—Las niñas puede ir a los baños a cambiarse y lo niños atrás del autobús — ordeno él director.

—¿Por qué nosotros nos vamos atrás del autobús? — pregunto un chico que si no mal recuerdo se llama León.

—Porque si, dejen de ser tan nenas y vayan a cambiarse — el director se fue directo a las cataratas.

—¿Y si yo soy gay? — dijo Sam en broma.

—Igual te irás atrás del autobús — contesto el entrenador.

—Bueno, lo intenté — yo me reí y Memo le di un beso. Me encanta como se ven juntos.

—Rea — escuche la voz de Aarón.

—¿Qué pasó mi terroncito de azúcar? — esta vez yo comencé el juego.

—Ve conmigo bomboncito — agarro mi mano y me llevo atrás de los baños.

—Aarón nos van a castigar — dije cuando llegamos.

No me dijo nada más, su labios hicieron contacto con los míos. Mi instinto razonable me decía que era una mala idea y el otro lado decía que solo disfruta el momento.

—No lo repetiremos en la cascada, pero si atrás de los baños — su mano se adentró por encima de sudadera.

Tomo mis piernas haciendo que las envolviera sobre su cintura, sus caricias por arriba de la tela se sentían calientes, tanto que si pudiera deshacer la ropa con ellas lo haría. Yo acariciaba su sedoso cabello, pasando por su cuello y mandíbula.

—¿Han visto a Rea? — se escuchó la voz de Carla.

Ya ves, por andar de calientes.

No somos tan diferentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora