Ladrón

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[Capítulo 22]


{Abby}

Admito que aproveché la oportunidad para mimar a mi chico y le aumenté a lo que en realidad hice con Dasher. Porque a él no le comí la boca como lo hice con Andrea, tampoco besé su cuello y torso ni lamí sus tetillas como con mi francés favorito; y menos me deleité con los gemidos masculinos como en ese instante, cuando pasé la lengua por el abdomen musculado de Andrea y humedecí ese camino de finos vellos que me condujo directamente al sur de cuerpo.

El francés ya estaba duro, su polla luchaba por salirse del pantalón de mezclilla que usaba y la mordí por encima de la tela logrando que diera un gruñido.

—Acepto que me estoy poniendo celoso y más, si le regalaste esa vista de tu cuerpo a Dasher —bufó Andrea y me reí cuando encontré su mirada.

Estaba en cuatro, con el culo en pompa para provocarlo y la camisa se despegó de mi pecho, dejando que mis tetas se lucieran a través del escote. No eran grandes, pero sí lo suficiente para que se vieran más atractivas en esa posición.

—Te pondrás más celoso con lo que sigue —advertí y tomé el cinturón para desabrocharlo y luego seguir con su pantalón— porque la mamada que le di fue de esas que te dejan a ti viendo estrellas.

Andrea fue muy audaz cuando alcanzó a tomarme de la nuca y tiró de mí hacia su rostro, reí por su arrebato y logré apoyarme en el respaldar de la cama para no dejar caer mi peso contra él y dañarlo.

—Tanta suerte tuvo ese hijo de puta —inquirió y me mordió el labio inferior con fuerza.

No estaba molesto, lo sabía, lo sentía. Estaba descontrolándose y me encantaba cuando lo llevaba a ese punto. Andrea al aprender a ser un Amo, también aprendió a controlar sus reacciones, su temperamento, aunque yo era una constante prueba en su mundo, ya que fácilmente lo llevaba cerca de sus límites, obteniendo una dosis mínima y benigna de sus celos. De esos que no dañan, pero sí apasionan.

—Calma tu genio, mon chéri, porque si sigues así, voy a montarte sin importarme que gruñas de dolor —advertí y presioné la frente en la suya.

Sonrió lascivo y siguió cogiendo mi nuca, uniendo su boca a la mía con arrebato, besándome con propiedad. Como pude me apoyé en mis rodillas y trabajé con las manos en su pantalón para liberarle la erección. Iba a suceder, lo iba a montar como hembra en celo y...

—Acaban de darte la paliza de tu vida y ¿estás pensando en follar? —Me separé de la boca de Andrea en el instante que Michael llegó con una botella de agua y un bote de píldoras. Mis manos se quedaron quietas y sentí la cara roja por el momento que acababa de pasar—. En serio no te quieres, hermano —añadió Micky en tono de regaño.

Abigail (Orgullo Blanco 5) +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora