Alisa y Camila cruzaron el umbral de la puerta de emergencias en el hospital temprano en la mañana, tan solo para que la enfermera Marie, en la recepción, quisiera ser tragada en ese instante por la tierra.
Después del alta de la señorita Bennett, la enfermera siguió buscando por varios días en el hospital los restos de los documentos de la paciente. Aquella mujer desmemoriada seguro había regresado para fijar el reclamo, no tardaría en avanzar detrás de ella algún abogado, un oficial de policía para hablar con el director del hospital. ¿Cómo le explicaría que, ciertamente los encontró, pero hechos pedacitos en el triturador de papeles?
Uno de los jóvenes de limpieza había encontrado los trozos grandes entre unas plantas de los pasillos y decidió botarlos para evitar que alguien se adueñara de información que no le pertenecía, igualmente ya estaban cortados.
Se lo calló, el daño estaba hecho, no había forma de arreglarlo. Pero le bastó verla llegar junto a la jefa Alisa para creer que era su momento, estaría en problemas graves, la despedirían seguro al final del día.
―Hola, Marie, buen día, qué bueno que te veo.
―Buen... —tragó grueso— buen día, jefa.
―¿Ya llegó el doctor Myers?
―Eh... sí, sí, hace poco, fue a cambiarse y ya viene a emergencias.
―Listo, por favor, ¿puedes ayudar a Camila con el registro? Nos acompañó hace varias semanas, tal vez no la recuerdas. Tuvimos un problema con sus documentos.
―Ay, discúlpeme, señorita, no se me puede olvidar. En serio, fue un descuido tremendo, ese niño se metió detrás de este mostrador, yo estaba en una llamada, no me di cuenta...
―Marie, Marie —la interrumpió—, tranquila. Todos sabemos lo que pasó. Sí hubo una serie de errores ese día, pero lo conversamos junto con todo el equipo para ser más precavidos en esas situaciones. Además, Camila está bien, y está tramitando sus documentos personales. Ya pasó.
―Ay, de verdad, discúlpeme.
―Está bien, no te preocupes —Camila sonrió amable.
―Iré a cambiarme también —terció Alisa—. Nos vemos después, Cam. Llámame por si necesitas algo.
―Sí, está bien —se despidió la paciente.
Aún nerviosa, Marie, solicitó unos cuantos datos —los que pudo darle Camila—, y la llevó con el doctor poco después, tomando asiento en una de las camillas. El doctor apareció rodando las cortinas con una carpeta en mano.
―¡Hey! Camila Bennett, tanto tiempo —miró el registro rápidamente y luego a ella. Dejó la carpeta sobre una mesa—, supe que Alisa te adoptó.
―Es una gran mujer. Decidió ayudarme, aun sin conocerme.
―Sin duda lo es. ¿Cómo te sientes? —empezó a examinar sus reflejos visuales con una luz intensa y fugaz.
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Ya no quiero rosas
ChickLit⭐️Ganadora Premio Watty 2021⭐️ChickLit ¿Puede caber en la imaginación despertar un día en un hospital sola y sin recuerdos? No había forma de regresar a casa, llamar a un familiar si es que lo tuviera, o algún amigo. Desamparada, pero con un poco de...