La sangre se secó sobre sus labios, pero más amargo fue sentirse descubierto.
La realidad de sus actos apenas caía sobre Dante.
Se propuso no ahondar entre sus reflexiones durante el camino de regreso a su mansión, de lo contrario corría el riesgo de accidentarse.
Sobre el volante, sus nudillos se tornaron blancos. Sus planes una vez más se frustraron y era suficiente para sacarlo de sus cabales. Precisamente esta había sido su nueva oportunidad para deshacerse de Camila luego del primer atraco de Emmett, pero se desmoronó también.
Sería más difícil disimular.
Cruzó el umbral de su casa y desató su enojo, si pudiera escupir fuego por la boca lo hubiera hecho, en cambio, quebró los porta-retratos con los recuerdos ajenos y la cristalería de adorno.
La nariz sanaría, sin embargo, sus acciones no eran tan fáciles de arreglar.
Con la verdad al descubierto se vio falto de opciones. Solo contaba con el desprecio de Alessandro hacia Camila y aún no tenía claro cómo lo usaría a su favor.
Se desconoció ante el espejo, despeinado, con la ropa ajada y una tremenda impotencia. Estaba acostumbrado a tener el control y esto lo desencajaba.
Si tan solo hubiera tenido un poco más de tiempo, casi lograba convencer a Camila...
Ya se imaginaba que a estas alturas su farsa habría caído por su peso, sería más difícil sostener las excusas.
Hubiera sido menos escandaloso si su gemelo y la chef no les hubiera dado por casarse justo ahora.
Nada que hacer.
Huir o quedarse a rescatar el honor.
Y es que, ¿quedaba algo de honor que rescatar?
Podía decir, explicar y montar una gran escena teatral, conmovedora si se lo proponía.
Pero empezó a cansarse.
Había construido una vida entera, cumpliendo cada una de sus metas propuestas. ¿Por qué la más grande, la más importante se le escapaba de las manos?
Ser el presidente del conglomerado era la satisfacción profesional máxima. Lo era todo.
Se consideraba tanto o más capaz que Alessandro para ordenar y liderar.
¿Por qué era tan difícil, si siempre lo conseguía, acomodar las cosas a su favor ahora?
Remangándose la Camisea y con un poco de whisky se justificó consigo mismo, enfrentar una crisis laboral era distinta a una relación amorosa, más concretamente, fingir una para eliminar su objetivo.
Estaba ciego de coraje, ya no distinguía la línea entre la moral y la ambición.
Por la ventana vio llegar el auto de Francesca y ya se anticipaba mentalmente a lo que vendría.
Ante las acusaciones se excusaría sin entrar en detalles, soportaría el sermón de la madre y se mantendría sigiloso previo a las consecuencias.
Quedaba jugar a la defensiva.
El tiempo se agotaba.
Alessandro apagó el celular por la vigésima llamada de Amelia.
Después de la adrenalina, solo quedaron nervios rotos y suspiros dolorosos.
El más vivo resentimiento.
Su gran amor le había destrozado el corazón.
Su otra mitad idéntica lo había traicionado.
Perdió dos veces.
Perdió al mismo tiempo.
Los logros laborales y sentimentales de repente parecieron carecer de valor.
Casi chocó el auto de camino a su hogar que ahora se sentía ajeno y frío.
¿Qué hacía allí?, ¿quedaba algo para él en ese lugar?
Decidió confiar y entregar su vida al corazón de la mujer que ahora era dueña de sus lágrimas.
Con tanto dolor era difícil discernir entre las líneas de la verdad.
Que uno dijo, que el otro dijo...
Tenía voces revueltas en su cabeza y una escena terrible de un próximo beso entre su gemelo y la chef.
No se atrevía a bajar del auto todavía. Sintió que no tenía un lugar al cual pertenecer.
Camila era su lugar.
Pensó en ella desmayada y rodeada de un montón de extraños que parecían preocupados por su bienestar.
Hubiese querido ser él quien la socorriera y sostuviera su mano.
Para él estaba todo muy claro, aún sin declarar sus votos, estaría en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad, pero no en la traición...
Y encima con su hermano.
Ya no sabía qué dolía más.
Con el alma acongojada decidió buscar un par de maletas y recoger sus pertenencias.
De momento, todo le provocó hastío.
¿Había sido una mentira su relación?
¿Camila solo fingió que los podía diferenciar?, ¿cuántas veces habrá dudado a su espalda?
Hacia la salida se encontró con una preocupada Francesca, pero ya no le quedaban energías para discutir.
Anunció su decisión, medio la escuchó, medio respondió.
Ya no lucharía más por su prometida.
Exprometida.
Notas de autora:
Sé que no la están pasando muy bien con este malestar hacia nuestros gemelos, pero al mismo tiempo me da gusto saber que están viviendo al máximo esta historia conmigo.
GRACIAS POR SU VALIOSO APOYO ❤
ESTÁS LEYENDO
Ya no quiero rosas
Chick-Lit⭐️Ganadora Premio Watty 2021⭐️ChickLit ¿Puede caber en la imaginación despertar un día en un hospital sola y sin recuerdos? No había forma de regresar a casa, llamar a un familiar si es que lo tuviera, o algún amigo. Desamparada, pero con un poco de...