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Alisa no podía sentirse más relajada después de una larga jornada en el hospital: un tibio baño, copa de vino y un plato de pasta calientito

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Alisa no podía sentirse más relajada después de una larga jornada en el hospital: un tibio baño, copa de vino y un plato de pasta calientito.

― ¿Cómo dijiste que preparaste esto, Camila? —decía mientras su boca no podía esperar el siguiente bocado. Ambas compartían la cena en el comedor.

―Es fetuccini con salsa de tomate, champiñones, cebolla y un poquito de queso gratinado.

―Suena muy elegante.

―En realidad, es bastante sencillo de hacer. Es mi forma de agradecerte por acogerme en tu casa.

―Me preocupaba que en cualquier momento encendieras un par de velas y me declararas tus sentimientos —y la hizo sonreír—. Ya, en serio, creo que hiciste muchísimo con lo poco que había en la alacena. Suelo comer fuera o traer a domicilio —bebió un poco de la copa—, ni siquiera recordaba que tenía un vino. ¿Cómo hiciste todo esto? Esta sazón es exquisita, ¿segura no pediste a domicilio?

―No, no —sonrió avergonzada, llevándose un mechón detrás de la oreja—, yo lo hice. Mientras empecé a cocinar, mientras cortaba, sofritaba y usaba el horno, no sé cómo explicarlo, pero empecé a reconocer aromas y sabores. Tal vez cocinaba mucho en mi casa.

―O eres chef.

―Se me cruzó por la mente, pero en este momento me siento muy perdida como para definir una profesión —y terminaba su último bocado, dejando a un lado el plato—. Encontré esta libreta y me puse a organizar un poco las cosas.

―Cuéntame —y siguió comiendo con entusiasmo.

―Me gustaría proponerte lo siguiente: me podrías prestar por favor, un poco de dinero para comprar ropa, un periódico y un celular que por lo menos pueda usar para llamadas.

―Entiendo que hay un trasfondo en esta petición tan específica.

―Sí, disculpa si usé un rato tu laptop, intenté registrar la pérdida de mi carnet de identidad, pero me hicieron preguntas de seguridad que no supe responder, me pasó igual con las tarjetas de crédito. También busqué empleo, pero obviamente necesito mis documentos, así que intentaré buscar algo de bajo perfil en los periódicos, así podré solventarme y ayudarte con los gastos también. Y el celular creo que está de más que lo explique.

―Claro, claro. Me parece un buen plan por ahora. Descuida lo de la laptop, usa lo que necesites mientras estés aquí. Lo de la ropa puedes usar la mía, pero está bien, entiendo que quieras algo para ti. No te preocupes, te puedo ayudar, Cam. ¿Te buscaste en redes sociales?

―Sí, pero está todo privado, no hay información. Y envié una solicitud desde tu perfil —arrugó la cara, pensando que se habría sobre pasado de confianza.

―Hiciste bien, si tu familia tiene acceso esperemos que acepten la solicitud —y raspaba el plato—. ¿Hay más?

―Un poco, sí. Permíteme —y llenó nuevamente el plato, sirviendo desde un tazón.

Ya no quiero rosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora