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La velada fue soñada y Camila regresó temprano y contenta a casa, justo después de la cena

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La velada fue soñada y Camila regresó temprano y contenta a casa, justo después de la cena. Alessandro la acompañó a la puerta del apartamento e intentó besarla, pero Camila habló antes:

―Fue una noche divina, el restaurante tendrá éxito.

El hombre retrocedió, metiendo las manos a los bolsillos y suspirando con fuerza. Ella sonrió.

―Soy tu prometido, Camila —y contuvo apenas un dejo de molestia.

―Eres alguien con quien estoy saliendo, casi puedo decir que apenas te estoy conociendo.

―De acuerdo, despacio, despacio...

―Sí, por favor.

―Descansa, te llamaré después.

―Sí. Adiós —y ambos dieron media vuelta, él hacia la salida y ella hacia la puerta.

Al abrirla escuchó un estruendo de sartenes y ollas en la cocina.

―¿Alisa? —intentó acercarse, preocupada, pero la amiga la alcanzó, saliendo a toda prisa desde su habitación, usando una camiseta grande y larga que a ella le quedaba como un gran blusón.

―¡Camila, llegaste! —soltó sorprendida y miró hacia la cocina. Su expresión fue ininteligible entre sorpresa, risa, angustia, nervios—. Amor...

―¿Es Nick?, ¿está bien? —intentó acercarse detrás de la isla de la cocina, pero la amiga la detuvo en un grito.

―¡No! Es que está desnudo.

―¡Oh! Lo siento, yo... —empezó a reírse—, iré a mi habitación.

―Estará todo controlado en unos minutos.

―Sí, sí, está bien —y pasó cruzando con la cartera de mano tapando su rostro.

Camila aprovechó en asearse rápidamente y cambiarse de ropa, se puso la piyama de blusa verde suave con mangas largas y un pantalón estilo capri a juego, de algodón. Lo que no aguantaba era la sed, sino se hubiera quedado encerrada hasta el día siguiente.

―Amiga, ven, porfa —le dijo después de dos golpecitos a la puerta—, ya estamos presentables los dos.

―No quería interrumpir —le contestó al abrir—, lo siento.

―Tranquila, ya pasó, ven —la tomó de la mano y encontró a Nick acomodando el desastre devuelta a su lugar.

Alisa regresó a usar su piyama y Nick usaba camiseta de color mostaza y pantalón jean.

―Si necesitas algo nuevo —dijo muy sonrojado—, por favor dime.

―No te preocupes, Nick.

―Vine a buscar a agua y me asusté al escuchar la puerta.

―Pensé que tardarías un poco más, Cam —la amiga se cubrió el rostro con las manos por un instante.

―Bueno, solo cenamos y regresamos. Lo siento, no puedo aguantarme la risa.

Ya no quiero rosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora