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Dante estaba seguro que todo funcionaría acorde a lo planificado, se mantuvo en su oficina con tonos fríos y negros, en comparación a la de su gemelo, y bebió de su café espresso

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Dante estaba seguro que todo funcionaría acorde a lo planificado, se mantuvo en su oficina con tonos fríos y negros, en comparación a la de su gemelo, y bebió de su café espresso.

En cualquier momento llamaría Emmett para confirmar que el trabajo estaba hecho.

No tenía nada en contra de su futura cuñada, le caía bien, conversaban de vez en cuando en las reuniones familiares, más bien hubiera dado lo mismo si era ella u otra, lo que incomodaba sus planes es que era prometida de Alessandro.

Después de cinco años de relación, poco le importaba si se casaban o terminaban, pero a un paso de la elección del nuevo presidente del directorio, su interés cambió por la pareja.

Su hermano sufriría, por supuesto, pero tenía temple, lo superaría, estaría bien con el tiempo, mientras él guardaría el secreto hasta la tumba.

Emmett era de su entera confianza, sabía que no podía encargarle a nadie más el trabajo, porque significaría un cabo suelto, ya se estaba arriesgando con su propio asistente. Durante años le había asistido en sus compromisos corporativos y personales, solo confiaba que esa lealtad se mantuviera hasta el final, a cambio de un pago exorbitante en efectivo.

Para el banco no era un movimiento inusual tampoco, los hermanos Ward solían manejar grandes transacciones financieras.

Se removió inquieto en su escritorio, sabía que Camila ya había salido de su reunión y estaba cerca de una parada de autobuses hablando por teléfono. Si no andaba en auto, ya suponía que su gemelo estaría cerca para recogerla. Lo sabía en detalle porque conocía casi sin preguntar las andanzas de la pareja, y por un vigilante Emmett que se mantenía cerca.

No hubiese querido llegar hasta esas circunstancias. Involucrar violencia y hasta... Bueno, ya se encargaría su asistente de los detalles.

Se preguntó quién llamaría primero, su madre angustiada, su gemelo pidiendo respaldo, o Emmett agitado al término de su tarea.

Fue este último agitado sí, nervioso, pero con los planes al revés.

―Plan abortado. Se resistió, no se durmió en el tiempo planeado, alguien se acercó. Me vio la cara. Me iré del país con mi familia, señor.

Dante lanzó un improperio luego de colgar sin decir nada. Ese era el plan de escape en caso de que algo saliera mal, y salió terriblemente mal.

Bien, si Emmett había quedado al descubierto no tardarían en ir tras él, luego el propio Dante.

Aún podía desatenderse del tema e inventarse alguna carta que justificara equivocadamente, los celos del empleado para con la potentada familia.

Pero despacio, todo a su tiempo, por lo que a él correspondía, Emmett le había pedido el día libre por asuntos personales, mientras por su lado, atendía las labores como cualquier día en la oficina.

Ya no quiero rosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora