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En la cafetería de Nick los ánimos hervían

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En la cafetería de Nick los ánimos hervían. Nadie entendía nada, solo intentaban separar a dos hombres idénticos y así evitar que siguieran golpeándose.

―¿Acaso no tienes sangre en las venas que te atreves a devolverme los golpes? —Alessandro, ofuscado, arrinconó a su gemelo por el cuello, sobre la mampara— Nunca, Dante, ¡nunca nos suplantamos! Sin importar el castigo, el examen difícil, siempre asumimos las consecuencias.

―¡Ya! —intentó Stephan separarlos.

―Se pospuso la elección del nuevo presidente del directorio —seguro de su posición, aunque aún agitado, respondió Dante—, si ven que no puedes resolver tu propia vida con una prometida que no te reconoce, ¿cómo podrán confiar que dirijas los negocios? Intentaba ayudarte.

―Intentabas arruinarme. No seas cínico, que tú también buscabas la presidencia y sabes muy bien el mundo entero que Camila significa para mí. ¡No seas imbécil!

―¡Basta! —con fuerza intervino Nick, alejándolos con éxito—. Si continúan llamaré a la policía.

―Hazlo, porque este pedazo de basura usurpó mi identidad.

Lleno de ira, contestó el llamado del celular, encontrando una Amelia desencajada por el llanto. No era el momento para explicaciones, porque él mismo estaba enredado, no le alcanzó la paciencia para comprender lo que la joven contaba, solo le dio la dirección de la cafetería donde podía encontrar a su hermana, la misma por la que no se compadecía ni desmayada.

Los caballeros apenas se percataron que Siena había alejado un par de mesas para hacer espacio en el suelo a la mujer inconsciente. Chris en su posición de médico acudió al auxilio, solicitando algo para elevarle los pies.

Stephan reaccionó ante el celular incesante de Camila, era Alisa, quien no descansaba hasta tener respuesta. En pocas palabras el joven describió la situación y fue suficiente para que la enfermera recorriera la distancia entre el hospital y la cafetería en pocos minutos por su alta prisa.

La abogada Chloe estaba confundida como todos y sintió casi desvanecerse también, por lo que Siena ágilmente le brindó una silla.

Nick, en su entereza, decidió enfrentar la situación, porque se sentía más amigo de Camila que jefe. Tal vez fuese obvio que el gemelo alterado fuese el correcto, pero era mejor escuchar todas las letras.

―¿Cuál de los dos es el verdadero Alessandro?

―Yo —con la garganta seca y los pensamientos atravesados, se reveló el verdadero. Tenía la comisura de la boca ensangrentada. Dante en cambio, sufría por su nariz.

―¿Qué clase de juego es este? Porque tú —increpó al otro— dijiste que eras el prometido de Camila.

―Es una situación familiar complicada —se excusó ante lo que Alessandro intentó lanzarse encima otra vez, siendo impedido por Nick.

Ya no quiero rosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora