Antes de marcharse al trabajo junto a Alisa, tipeó su nombre en el buscador de internet. Se había quedado con esa idea desde su cita con Stephan, quizás tuviera suerte de encontrarse en las redes sociales como desaparecida, pero la intermitencia en el servicio de internet no le ayudaría a cargar rápidamente la página y ante el retraso que marcaba el reloj, debieron salir sin obtener respuesta.
En la cafetería, Nick decidió contratar formalmente a Camila, después de su período de prueba.
Una alegría que pronto se transformó en preocupación; en medio de una excusa de haber perdido sus documentos en la mudanza al departamento de Alisa, utilizaría su mejor cara de súplica para tener una prórroga, mientras sus nuevos documentos se tramitaban.
Para Nick no significó mayor problema, esperaba que solucionara su situación pronto y haría un contrato provisional sin valor legal, apenas una carta que pudiera respaldar su relación laboral, lo cual era un alivio inmenso para Camila.
―Felicidades —comentó Stephan, aprovechando el momento, mientras organizaban las servilletas del día sobre el mostrador.
―Estoy contenta, muchas gracias.
―Le has puesto empeño y seguirás aprendiendo. Por aquí las cosas son tranquilas, atareadas sí, pero es un buen ambiente —ella asintió con la cabeza—. Y... ¿cómo estuvo tu fin de semana?
―Bueno —sonrió—, tuve una cita el sábado y limpié la casa el domingo.
―Qué interesante que menciones la cita.
―La verdad es que me gustó mucho.
―Tal vez podamos repetirla...
―Hay una película que estrenó hace poco... —decidió atreverse y sintió la mirada directa de Stephan a su lado. Al ver que no atinaba a palabra alguna, optó por enfrentar sus azulados ojos, los que encontraba cada vez más bonitos.
―¿Te gustan las palomitas? —y rieron—. Lo siento, no sé qué más decirte, pensé que tendría que esperar una semana más por tu respuesta.
―Me encantan y yo las invito hoy.
―Pues, ya está —sonrió emocionado—, ¿puedo recogerte esta vez?
―Sí, te espero a las ocho.
Una conversación tan corta y sencilla bastó para tenerlos contentos por el resto del día, de repente, ninguna tarea parecía demasiado pesada o cansada, incluyendo los dilemas amorosos de los clientes.
La joven no pensó que terminaría sirviendo consejos además de comida.
Ya había visto a la mujer varias veces, siempre en tacones, con ropa elegante y formal, impecable maquillaje, una cartera y un maletín. Siempre ocupada en el celular, revisando documentos, se tomaba un mocachino y se marchaba otra vez. Llegaba a diferentes horas.
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Ya no quiero rosas
Romanzi rosa / ChickLit⭐️Ganadora Premio Watty 2021⭐️ChickLit ¿Puede caber en la imaginación despertar un día en un hospital sola y sin recuerdos? No había forma de regresar a casa, llamar a un familiar si es que lo tuviera, o algún amigo. Desamparada, pero con un poco de...