P.O.V. Normal
Estuvieron en silencio todo el camino, fue un silencio cómodo por fortuna para ambos, unos 25 minutos de viaje fueron suficientes para llevar al sitio, aquel hermoso santuario de grandes proporciones, de tonos verdes y rojos, además de la gran cantidad de bosque tras de él lo hacía simple y sencillamente un lugar tan sagrado, agradable y puro a la vista de cualquier persona. Seiya no pasó por alto toda la belleza del santuario.
Seiya: Es, es muy hermoso Ikki -sus ojos no dejaban de mirar cada rincón, estaba tan fascinado que no tenía palabras. El nombrado quien estaba apoyado en el auto, sólo miraba con fascinación cómo esos ojos cafés brillaban a cada momento, más el brillo que le proporcionaba la Luna, al menos eso veía él, estaba tan hipnotizado por esos ojos que no prestó atención a lo que decía el menor una vez volvió a su lado- ¿Ikki? ¿Estás bien? -preguntó pasando su mano frente al mayor, éste reaccionó y le miró más atentamente a lo que decía- Te preguntaba que si estabas bien, estás distraído desde que salimos en el restaurante -le miró preocupado, temía que se enfermara, la noche estaba enfriando más y si realmente estaba enfermo, le haría peor-.
Ikki: Ah, yo estoy bien, no tienes de que preocuparte, lo prometo, sólo estaba pensando -sonrió y acarició dudoso los cabellos del contrario, era suave y desearía dejar su mano sobre ese suave y aromático cabello, sin embargo, se dio cuenta que Seiya inconscientemente había empezado a pasar sus manos por sus brazos- espera un segundo -quitó su mano y abrió la puerta de los asientos traseros del auto, sacando un abrigo negro y dándoselo. Al ver que sólo lo sostuvo en sus manos y quedó mirándolo confundido, se decidió explicarle con cierta pena- está empezando a hacer más frío, deberías ponértelo -tosió falsamente intentando no mostrar su vergüenza- es mío así que puede que te quede un poco grande -desvió la mirada y empezó a caminar hacia la entrada del santuario una vez vio que empezaba a colocarse el abrigo, observando solamente al menor para ver si venía detrás de él, mala idea, la imagen de Seiya con su abrigo le hacía sentir una calidez inexplicable, ver cómo su abrigo le llegaba hasta un poco abajo de la cintura y las mangas tapaban por completos sus manos sólo logró que sus orejas se calentaran y se cubriera el rostro, era demasiado tierno a sus ojos, más que otras veces, su corazón latía con fuerza y sentía una verdaderamente fuerte necesidad de abrazarlo, se veía tan pequeño, tan bonito, tan protegible pero se abstuvo de hacerlo, aún no era tiempo-.
No pasó mucho tiempo hasta que se comportó con normalidad, guiaba al menor hasta una de las salas del santuario, no había nadie, cosa que le extrañó un poco al castaño pero para nada al mayor pues había, con mucha insistencia, pedido el santuario durante un par de horas a cambio de ayudar con las remodelaciones futuras, un ganar y ganar, ¿No?
Seiya: ¿Qué hacemos aquí, Ikki? -preguntó mirando el lugar, había algunos talismanes de protección en las columnas del lugar, una gran estatua de una deidad desconocida para él y tres pequeños espacios en los que se colocan inciensos frente a la estatua-.
Ikki: Bien, te explico -tomó algunos inciensos, dando la mitad de ellos al menor- en este santuario hay una gran variedad de deidades, más sin embargo, esta deidad, cuentan muchos, que esta deidad llamada Yokubō no kami o Dios de los deseos, puede hacer realidad tu deseo más sincero, sin importar que sea, si es hecho de corazón podría hacerse realidad -el menor estaba mirándolo levemente sorprendido pues él siempre había sido escéptico a este tipo de cosas- yo... todavía no soy muy creyente de este tipo de cosas pero si llegase a ser real y se cumple mi deseo -miró a los ojos a Seiya, brillaban del mismo modo que antes, fascinado de poder escuchar esa voz grave que siempre lo hacía sentir en calma- podría empezar a creer más en este tipo de cosas -sonrió mientras volvía a acariciar los suaves cabellos castaños del más bajo, podría volverse adicto a acariciar su cabello, así como el menor a esas caricias momentáneas. Sin darse cuenta pasaron así un par de minutos hasta que Ikki reaccionó y soltó su cabeza lentamente mientras se aclaraba la garganta- bueno, eh, como decía, después de encender los inciensos los colocas en esos espacios y pides un deseo -explicó finalmente encendiendo los inciensos de ambos- pensé que te gustaría, después de todo, hace mucho que no vamos a un santuario, quería traerte pensando que sería una buena forma de relajarnos y hablar tranquilamente -suspiró, lo que dijo fue algo apresurado pero quería romper un poco la tensión de alguna forma-.