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Minho había recibido un mensaje de Jisung pasada la media noche y por ello se encontraba corriendo en las calles con la oscuridad como el testigo de su hazaña, frenó un poco tratando de recuperar el aire que había perdido.

—¿Dónde estás?

Volvió a revisar el mensaje que apenas y lograba entender.

—Espero a ver entendido bien...—susurró.

Empezó nuevamente a correr rogando que este yendo al lugar correcto, su respiración agitada era lo poco que se lograba escuchar en aquel lugar algo solitario.

—Jisung...

Pudo divisar una pequeña bolita temblorosa sentada en una de las bancas del lugar, acarició su espalda suavemente haciendo que aquella bolita levantase la mirada y la chocase con la suya, sintió su corazón partirse ante la imagen tan vulnerable que el menor le regalaba.

—Sunggie...—susurró—. ¿Qué pasó?

El menor negó mientras se volvía a aferrar a su cuerpo, Jisung notó las pequeñas heridas en las palmas de su mano.

—Tengo que limpiar esto...—buscó rápido alguna tienda de conveniencia—. Regresaré rápido ¿sí?

—N–no te va–vayas...

Minho no sabía si temblaba por el frío de la noche o porque estaba pasando alguna crisis.

—Ven conmigo —estiró su mano pero negó—. Me quedo entonces.

Se acuclillo para quedar un poco más abajo que él.

—Sunggie...—tomó las manos del menor entre las suyas—. Mírame ¿sí?

El menor obedeció lentamente mientras sentía las suaves caricias del mayor en sus manos.

—Estoy aquí contigo...—le regaló una sonrisa—. ¿Sabes? Cuando llegue a casa Dori y Soongi fueron los únicos que se acercaron a saludarme...—Jisung lo miraba fijo—. ¡Soonie no aparecía por ningún lugar!

El menor no decía nada pero Minho podía sentir que los temblores empezaban a disminuir un poco.

—Y es porque se había metido dentro de la lavadora...—rio—. Creo que mamá olvido bajar la tapa y Soonie pensó que sería un buen escondite.

Seguía dejando suaves caricias en las manos del de cabellos desteñidos frente a él.

—¿No te parece que la luna luce hermosa? —dijo mientras volteaba al cielo—. Esta más brillante que otras noches.

—Lo está...—susurró Jisung.

El mayor pudo notar que las manos del menor ya no temblaban y que su semblante se había relajado, aunque las lágrimas secas marcadas en sus mejillas indicaban que había pasado algo.

—¿Podemos ir a curar esas heridas?

Jisung miró sus manos y se avergonzó al instante, eran pequeñas marcas de uñas en la palma de su mano que empezaban a arder un poco. Asintió.

—Vamos...

Minho se puso en pie y avanzó unos cuantos pasos antes de que Jisung lo hiciera.

—Minho...

Volteó ante el llamado, Jisung tenía sus manos colocadas en el dobladillo de su camisa y no despegaba la vista de sus zapatos.

—¿Jisung?

—Me voy la próxima semana.

El silencio reinó entre ellos, una ventisca rápida y fuerte removió sus cabellos mientras que las hojas de los árboles sonaban ocultando así el ruido que provocó el corazón del mayor al romperse.

нєу, ѕιℓℓу кιтту - мιηѕυηgDonde viven las historias. Descúbrelo ahora