❝ Lee Minho y la palabra socializar, no van de la mano. Han Jisung es aquel chico que llegará a sacarlo de casillas mientras le da un giro de 180° a su vida. Pues el pequeño de cabello azul, no grita más que peligro por todo su ser.❞
-Mención del Se...
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Jisung soltó un suspiro mientras terminaba de cerrar su maleta, dio una última revisión a la que había sido su habitación por todo ese año sintiendo una pequeña presión en su pecho.
—Jisunggie —escuchó la voz de su madre—. Baja ya.
Se permitió observar por una última vez a través de la ventana que había sido parte de todos los momentos que compartió con el mayor, salió de su habitación y en menos de un minuto llegó al piso de abajo.
—¿Me ayudas?
La mujer le dio una sonrisa tímida mientras señalaba una pequeña maleta que luchaba por cargar, Jisung soltó un suspiro mientras se acercaba y rápidamente la cargaba.
—Sung...—el menor negó.
—Iré a esperarlos en el carro.
Atravesó rápidamente la puerta de su casa con ambas maletas y dejándolas caer dentro de la camioneta roja se dispuso a ingresar; no entendía porque sus padres demoraban tanto en salir de la casa pues no se llevarían nada de ahí solo eran ellos lo que marcharían del lugar.
—¿No te despedirás de tu amigo? —la voz de su padre sonó algo forzada—. Porque podemos esperar a que lo hagas.
Puso sus ojos en blanco y coloco los audífonos, prácticamente ignorando las palabras de su padre.
—Han Jisung —regañó.
Lo miró con su ceño fruncido y bufó.
—Irá con mis amigos al aeropuerto ¿ya? —contestó tratando de que el enojo no se palpara tanto en su voz—. Ahora déjame en paz, por favor.
Subió el volumen de la música hasta el punto que se podía escuchar desde fuera, cerró los ojos y se acomodó fingiendo que dormiría.
—Eres un dolor de cabeza...—bramó con molestia su padre.
Se volteó topándose con una mirada de desagrado de su mujer que lo hizo congelarse en su lugar.
—Y–Yo...
—Déjalo.
Pasó por su lado y se trepó al carro, el hombre solo soltó un bufido molesto. ¿Es que nada parecía ir bien ese día?
Jisung abrió sus ojos apenas sintió que el auto era encendido, miró hacía la casa del mayor y sintió su corazón romperse cuando lo vio de pie en el mismo lugar que había estado el primer día que había llegado al lugar, una sonrisa nostálgica se formó en su rostro al recordar ese día.
—Gatito tonto...—susurró.
Y como sí Minho lo hubiese escuchado le regaló una sonrisa que solo logró llenar sus ojos de lágrimas. Su padre lo observó por el retrovisor y siendo esta una de las pocas veces que había tenido, sintió una pequeña punzada atravesar su corazón.