24. Reflejo

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"Nunca he intentado ocultar un pasado en el que hay tanto mal,
Tengo que huir hacia atrás y a que las aguas se calmen.

No dejes que muera, la fe que hizo de ti una estrella
Sabes que ya no hay tregua hasta el final".

Después de la tormenta, Saratoga 2009

Álbum: Secretos y revelaciones

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Abrió los ojos.

La inmensa oscuridad se extendía hasta el horizonte, no podía moverse ni pensar con claridad, sentía que su mundo daba vueltas, las entrañas le ardían y la piel le quemaba.

Estaba sentado, recargado en una palmera o algo parecido a una palmera, no podía ver bien y se guio por la tenue silueta. El ardor comenzó a subir de intensidad provocándole arcadas, sus hombros se contrajeron hacia el frente haciendo que su cabeza cayera sobre su pecho de manera violenta.

Ya sentía un líquido caliente en el esófago, los dedos de las manos se apretaron en puños y los de los pies rascaron la arena debajo de ellos.

Arena.

La arena no era algo nuevo, pero la palmera si, no había ningún lugar en la zona con palmeras, las más cercanas estaban a varios kilómetros en los estanques naturales del desierto del país del viento.

Su cuerpo cayo hacia la izquierda con los espasmos del vomito, la bilis ardiente broto quemándole el esófago. Al vaciar el estómago el ardor de sus entrañas menguo, pero su piel aún estaba en llamas.

Intento abrir de nuevo los ojos, pero esta vez no tenía fuerza para ese simple movimiento.

Algo frío acaricio su frente de una forma delicada, suavemente subiendo por su cabello. Suspiro al sentir de nuevo la caricia esta vez en la mejilla, abrió los ojos de nuevo y no vio a nadie, la oscuridad seguía siendo lo único frente a él.

Varias respiraciones pausadas fueron suficientes para despejarle la cabeza del dolor que empezó a sentir. Con toda su fuerza de voluntad movió los brazos de forma que quedaran debajo de su costado y se empujó con fuerza para quedar arrodillado en la arena.

Levanto la cabeza y trato de vislumbrar algo, lo que sea.

Una mancha de luz apareció en la periferia a su derecha, más que luz, parecía un reflejo como una honda creciente. Su respiración estaba agitada, su piel seguía en llamas y la arena le quemaba las rodillas y las palmas de las manos. Fue esa sensación la que le indico que estaba desnudo en alguna parte del desierto.

Con las pocas fuerzas que tenía se puso de pie y camino a paso lento hacia el reflejo.

Llego hasta el reflejo, que resultó ser un pequeño estanque de forma irregular, lo más extraño era que despedía una sensación de amargura, de rencor. Cayó de rodillas en la orilla sintiendo como la arena raspaba sus piernas. Estaba a punto de hundirse en el agua para ya no sentir su piel ardiendo cuando sintió una mano invisible en el pecho, era la misma sensación de hace rato, una caricia helada contra la caliente piel de su cuerpo.

Cero los ojos para concentrarse en la sensación.

Un gruñido hizo eco en el lugar, pero ni siquiera le importo, lo único que le importaba en este instante era la fría mano en su pecho, que le daba comodidad y evitaba que las llamas inexistentes quemaran hasta el último pedazo de su piel.

- No importa lo que suceda, ¡siempre te protegeré!...

Esas palabras eran una promesa, una que sabía muy bien de donde provenía.

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