Lo que más ame.

518 49 9
                                    

Había pasado un año, y el invierno era frío, solitario e insoportable, cada vez le era más difícil despertar y no pensar en el pelirrojo y en como estaría, sus pensamientos cada mañana se veían interrumpidos por su compañera, la omega le veía en un intento de descifrar lo que pasaba con él sin éxito alguno, y justo como cada mañana desde que vivían juntos ella solamente le dedicaba una sonrisa y le indicaba que el desayuno estaba listo para comenzar su día.

Sumiyoshi respiraba agitadamente, había pasado toda la mañana ensayando en aquel solitario lugar, sus largos cabellos revoloteaban por su rostro causando molestia en el omega quien volvía a atarlo en una coleta alta, tomando sus cosas salió del auditorio donde pronto presentaría el lago de los cisnes junto a sus demás compañeros de facultad, y como cada mañana se aseguraba no toparse con la pareja "perfecta" del campus, una vez se aseguraba que ninguno de los dos estaban cerca corría hasta su pequeño y desvalijado auto para cambiarse y comenzar su día con una deslumbrante sonrisa como si nada malo le sucediera jamás.

Justo cuando el omega estaba por entrar a su aula, alguien se había impactado contra él, un quejido acompañado de una mala palabra se hizo presente cuando vio de quien se trataba, sin decir nada siguió su camino ignorando por completo a Yoriichi quien lo veía como si fuera único en el universo.

Los pensamientos del alfa se vieron interrumpidos cuando su pareja lo alcanzó tomando su mano y siguiendo su camino.



Sumiyoshi miraba la bandeja con comida frente a él, el pelinegro que amablemente le había comprado el desayuno esperaba una respuesta a su repentina invitación a salir, el omega aún se planteaba el aceptar cuando vio a Yoriichi y su pareja, tal vez era bajo aceptar la cita, pero que más daba en ese momento, acepto de mala gana quedando de verse esa misma tarde en el parque.

La cita iba bien, no podía quejarse, el beta era amable y considerado, eso hasta que intento besarlo y obligarlo a entrar a un hotel de paso, con un golpe bien colocado en Sumiyoshi se había librado de aquel tarado, cansado camino hasta el parque siempre mirando el atardecer y el comienzo del anochecer.

Yoriichi miraba a la madre su amigo, la mujer lo analizaba mientras bebía un poco de su té, cuando ambos vieron la hora y que Sumiyoshi no llegaba suspiraron.

Tres horas más tarde y pasada la hora de la cena para el omega fue que llegó, paso por la sala sin verlos, eso hasta que su madre lo detuvo, Sumiyoshi suspiro antes de acercarse con una falsa sonrisa mientras era obligado a sentarse frente al alfa y su madre desaparecía en dirección a la cocina.

Un largo silencio se estableció entre ambos, Yoriichi miraba al omega quien lo ignoraba.

—¿Seguiremos así Sumiyoshi?— el omega miro al alfa, asintió mientras veía el tapizado de la alfombra.

— ¿Por qué eres así?, omega orgulloso— Sumiyoshi le arrojó un cojín al alfa viéndolo mal por lo que había dicho, Yoriichi se puso de pie tomando al omega de la mano y llevándolo a su habitación, una vez solos, cerro la puerta para tomar en brazos al más bajo y caminar hasta la cama perfectamente ordenada.

Sumiyoshi pataleaba y se movía sintiendo como el alfa solamente reforzaba el agarre sobre él.

—Quieto omega— Sumiyoshi miro con sorpresa al alfa, tembló acatando la orden dada con la voz de mando, sin verlo se dejó acomodar sobre las piernas del contrario recibiendo caricias en sus mejillas.

— ¿Podemos hablar?— el omega asintió, Yoriichi sonrió mientras lo abrazaba.

— Lo siento si te lastime, no era mi intención— Sumiyoshi lo miró, negó mientras se pegaba a él ocultando su rostro.

— Sabes que te quiero, pero ella es...— un pequeño gruñido le impidió continuar, suspiro mientras sentía las feromonas del omega salir.

— Sumiyoshi, perdóname por favor— un sollozo lo alarmó, al ver al omega este negaba una y otra vez, sin decir nada más lo abrazó hasta que se calmó.

— No puedo perdonarte, no quiero— Yoriichi asintió, siguió abrazado al omega quien ahora soltaba pequeños ronroneos y liberaba sin parar sus feromonas, sin pensar en nada el alfa unió sus labios con los del contrario.


No sabía en qué momento habían terminado así, pero no se arrepentía, Sumiyoshi se veía tan hermoso completamente sonrojado y jadeando debajo suyo que le fue imposible no continuar, los besos, jadeos y caricias era lo único que le importaba en ese momento, sus dientes rozaron la piel ajena dejando marcas notorias, el omega correspondía de la misma manera dejando pequeñas marcas apenas visibles.

Para cuando todo termino ninguno hablo, Yoriichi se fue en silencio dejando solo al omega quien lo vio irse en medio de la noche.





Veía con terror aquel artefacto en su mano, desde hacía un mes su celo no llegaba, suponía que era por el estrés y vaya que ese sería un lindo nombre para la criatura que se formaba en sus entrañas, maldijo por lo bajo cuando su madre lo llamó escondiendo la prueba antes de salir del baño y ver a Yoriichi en la sala de su casa junto ella.

Un silencio sepulcral se instaló en el lugar, el alfa le miraba con dolor, supo por qué cuando su madre le mostró la fina investigación de boda, dolido Sumiyoshi sonrió mientras toma su abrigo y llaves para salir azotando la puerta.





Prestaba poca atención a la cena de ensayo, los padres de su prometida y amigos hablaban animadamente mientras él veía el asiento vacío de Sumiyoshi, algo fastidio salió del lugar con la excusa de ir al baño, negó mientras el recuerdo de aquella noche lo aquejaba, pero ya nada podía hacer, en unas horas él sería un hombre casado y Sumiyoshi tendría que quedar en el pasado.




Miraba la sangre bajar por sus muslos, un sollozo y grito hicieron que su madre entrara corriendo al baño viendo a su hijo llorar, para cuando la ambulancia llegó no había nada que hacer.







Tres dolorosos años, tres años de martirio ganado por su estupidez, tres años sin saber del omega al que más amo, las cosas con su destinada no habían salido bien, al mes de casados Yoriichi se enteró de que la omega sostenía una relación con un beta, y que producto de ello su aún esposa esperaba un hijo que no era suyo, cansado de la situación pido el divorcio buscando de inmediato a Sumiyoshi enterándose de que ya no se encontraba ahí, el omega se había ido, lo había dejado. Si era honesto se lo merecía, él siempre lo dejo.

Pero el destino es terco y justo dos años después de no verlo lo encontró, seguía tan hermoso, tan perfecto, Sumiyoshi le sonrió, no perdió el tiempo en ir por él, esta vez era Sumiyoshi quien no iba a dejar que el alfa al que más había amado en la vida se le fuera.

ℰ𝓁 𝒶𝓁𝒻𝒶 𝒾𝒹ℯ𝒶𝓁.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora