Armadura

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Omegaverse. Skinny Steve.

•••

Observo lleno de curiosidad el gigante de metal, lo toco sintiéndolo frío. Vio hacia todos lados procurando que no hubieran moros en la costa, su Alfa no le permitía estar en su lugar de trabajo, osea el taller, ni tocar sus cosas.

Más confiado llegó hasta las escaleras que estaban al lado de la cosa esa, subió y se metió. Cupo perfectamente. Dentro era calentito y cómodo, tenía un panel con muchos botones. Supuso que este era el proyecto del que hablaba Tony, su esposo. Está armadura es su mayor orgullo.

Sonrió tocando todo, sabe que no debería, Tony podría regañarlo, pero la curiosidad mató al gato. No supo cuanto duro dentro, solo sabe que al escuchar la voz del castaño se alarmó horrible. Había llegado ¿Cuando? que tonto.

—Steven, Steve donde estás... ¡Steve!

No quería salir, pero aún así debía asumir las consecuencias. Solo asomó su cabellera tímidamente.

—Si... ¿Alfa?

—¿Omega que haces ahí, cuantas veces te he dicho que no vengas aquí? Es peligroso, podrías lastimarte o aún peor, arruinar cualquiera de mis experimentos—se cruzó de brazos molesto.—sal de allí.

Puede que sonara duro, pero lo hacía por su seguridad, y por el bienestar de sus cosas. Sabía perfectamente que su Omega contaba con una curiosidad increíble y podría tocar algo que no debería, como ahora mismo y causar un accidente.

Steve terminó por salir, el pequeño cuerpo quedó frente al moreno sin dirigirle la mirada.

—Perdón Tony, solo quería ver...—sollozo arrugando la camisa entre sus manos.—no quise desobedecer. Lo siento mucho.

Sintió a su corazón crujir. El rubio era el Omega más hermoso y tierno que pudiera existir sobre la faz de la tierra, se consideraba un hombre con suerte por haberlo hallado y convertido en su pareja. Es sobreprotector por que odiaría que le pasara algo al amor de su vida.

—Amor, cielito no llores—se acercó y lo abrazo repartiendo besitos por todo su rostro.—no quise hablarte así ¿Si? Pero ya sabes las reglas, no las rompas por favor.

—Si Tony—aferrándose a la camisa de este, acomodo su cabeza en el pecho del Alfa para oír el latido de su corazón. Eso lo calmaba.—me gusta—dijo señalando la armadura.

—¿En serio? Está en desarrollo, cuando lo termine prometo que te dejaré subir en el.

—¿¡En serio!?—chillo emocionado. El rubio parecía un niño, uno muy sumiso, su familia lo crío así.—¿De verdad Alfa?

—Así es—dejo un besito en sus labios, provocándole una sonrisa a ambos.—te amo.

—Y yo a ti Tony, muchísimo.

•••

Está chiquito, hay que cuidarlo ❤️.

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