Te amo

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Cuando conoció a Steve fue el día más feliz de su vida, pues compartió mucho con el fantástico chico de cabello dorado y ojos zafiro. Le pidió salir cuando estaban en secundaria, y claro que acepto, cosa que le dejo respirar. Desde ese punto ya no había retorno para ninguno de los dos, se amaban, aunque dijeran que sería algo pasajero al solo tener dieciséis años. Se hicieron de oídos sordos a la envidia y a la crítica, solo estaban enfocados el uno al otro.

—¿Quieres irte a vivir conmigo?—preguntó nerviosamente el castaño. Dos años eran suficientes, ¿No?

—Claro que si Edward, nada me haría más feliz—sonrió angelical provocando palpitaciones erráticas en el pecho del chico por la emoción.

—¿Aunque solo tengamos dieciocho?—volvió a cuestionar preocupado, la edad siempre es importante, y más los retos que eso conlleva.

—Puedo superar cualquier circunstancia si estoy a tu lado, no me importa Tony, quiero despertar siempre contigo—y lo abrazó; abrazo que correspondió con lágrimas en sus ojos.

¿Esto no podía ser más especial? ¡Claro que si!

Rentaron un apartamento, mientras iban a la universidad, consiguieron empleos de medio tiempo para así costear las necesidades básicas, y las personales. A pesar de que eran muy jóvenes aún para comenzar una vida de pareja, fueron estables. No había problemas, todo era perfecto.

Las flores de primavera se secaron para darle paso al anaranjado otoño, que con sus hermosas tonalidades pintó los alrededores con sus bellas hojas secas. Luego las ramas se quedaron sin habitantes para cederle el puesto al frío invierno que llegó con lluvias de nieve. Los cubría a todos con su preciosa escarcha. Las estaciones transcurrieron su curso natural mientras ellos hacían una vida. Ambos con veintiséis y ya contaban con casa propia, un diploma, reconocimientos, trabajos estables y una vida de pareja sana.

—¿Quieres casarte conmigo, Steve?—preguntó ansioso. Diez años ya, para dar el siguiente paso.

—Oh Dios—mordió sus mejillas internas para después chillar feliz.—¡Claro que sí Tony, siempre, siempre!

Pudo respirar, le colocó el anillo que con mucho esfuerzo logro comprar. En su mano, puesto en su dedo, se veía espectacular, como ningún otro.

—Te amo.

—Y yo a ti.

Los días se volvían largos en comparación a otros años. Pero a él no le importaba demasiado, solo el rubio que dormía a su lado era su total centro de atención. Amaba olerlo y abrazarlo, era como estar en las nubes rodeado de dulce. Ruidos raros provenientes de la habitación contigua a la de ellos llegaron a sus oídos, se levantó exaltado. Un dolor punzante atacaba su cabeza. Arrugó la cara disgustado.

—Steve, Steve—llamo.—Creo que Peter no está bien, debemos revisar su cuarto—dijo cuando el rubio estuvo despierto.

—¿Tony?—no pudo evitar sonreír.—¿Acaso lo olvidaste? Peter ya no está, se fue con su esposo hace mucho. ¿Has tomado tus medicinas?

Se cruzó de brazos para después acercarse a él y besar su mejilla. El castaño ladeó la cabeza confundido, ¿Cómo pudo haberlo olvidado? Claro, el hijo que adoptaron hace veintidós años se había ido cuando encontró el amor. Por supuesto.

—Lo siento no lo he hecho. Es que me he sentido mal.

—Bueno no importa, mañana vamos al médico para que vea esa cabecita tuya—se burlo dulcemente dándole toques suaves en la misma.

La mañana se hizo presente y con ella la pareja vestida, el hospital no es de su agrado. Para nada, pero solo va porque el de iris azules insiste.  Se bajaron del auto y se encaminaron al consultorio donde lo atendían, mientras hablaba con su amado esposo noto miradas raras hacia su persona, no les hizo caso y continuaron. Muchas veces le ha sucedido desde hace tiempo, solo aprendió a ignorarlos. Dentro ambos se sentaron, Stephen giró en su silla para verlo con ojos analíticos.

—Muy bien, has venido. Dime, ¿Que pasa?

—Bueno... mi cabeza duele y también tengo algo de incomodidad, Steve me a insistido en venir aunque no me gusta—apretó su mano. Sonrió.—Pero yo estoy bien. ¿Verdad?

El castaño de canas en los costados lo vio mientras procedía a anotar cosas en las hojas que traía en mano. No le apartaba la mirada, lo veía de reojo.

—Anthony, ¿Has tomado tus pastillas?

—¿Pastillas? Que va, saben feo. Además no las necesito, Steve es lo único que me mantiene sano en realidad, ¿Verdad cariño?—rió.

—Tony... tienes que tomarlas, te hacen bien. Las necesitas—retiro sus lentes preocupado.—Hablo en serio.

—No. No quiero—negó.—Miente, hace mucho que no las bebo y estoy increíblemente perfecto.

—Claro... debo llamar a las enfermeras—se levantó rápidamente en busca de las que estuvieran disponibles.

Y es que... Anthony Edward Stark reía, veía, sostenía y hablaba a la nada realmente. Su esquizofrenia avanzaba ya que no ha tomado las pastillas que constantemente le recetan. No quiere dejar de ver al chico, y a la vida que creó, pero estos ya se habían esfumado al pisar ese horrible lugar.

—Estarás bien—aseguró.—Todo mejorará pronto, ya verás.

Lo vio salir de la habitación. ¿Que hacía ahí y por qué Steve ya no está a su lado?

•••

Tik Tok a veces me da ideas 🙃✨. F por Tony.

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