🦋 CAPÍTULO 5 🦋
‹‹La amenaza de una A››
Al llegar al pueblo me senté en la banca de la parada de autobuses y miré los curitas en mis tobillos.
El aullido de un lobo lleno la solitaria calle, por lo que elevé la mirada al cielo y contemplé el plenilunio. En el pasado hubiera temido ante aquel aullido, pero hacía años que los lobos no bajan al pueblo gracias a las barreras que ha puesto el señor Peterson, nuestro querido y amado alcalde.
Miré la hora en mi celular, que marco las 10:00 p.m. y me puse de pie. El toque de queda estaba cerca, así que guardé el celular en la mochila y me dirigí a casa, mientras me ponía uno de los audífonos.
Al instante sonó Nunca Estás de Kendall Peña, y comencé a tararearla, meciendo las crepas que les compré a los gemelos y a mamá para la cena.
Dejé de cantar cuando las luces de las farolas comenzaron a parpadear. Intenté no prestarle atención y continué mi camino, pero el sonido de unos gruñidos me hizo detener. Me quité el audífono y miré detrás de mí, para averiguar si se trataba de un perro, sin embargo, lo único que descubro es que alucino.
Regresé mi atención al frente y me sobresalté al ver una figura lobuna al final del parque. Mi corazón comenzó a palpitar con rapidez mientras contenía el aire.
—¿Pasa algo?
Miré detrás de mí, en donde estaba Connec, quien sostenía una bolsa de comida, para seguido regresar mi atención al lobo, el cual ya no estaba.
—No —dije en casi un susurro.
—Bien, entonces quítate de mi camino —ordenó.
Me hice a un lado y miré hacia atrás. Juro que al voltear no había visto a nadie, ¿Cómo es que Connec ha estado detrás de mí?, ¿o el lobo desaparecido tan rápido?
Intenté no pensar en ello y decidí apresurarme a llegar a casa, ante el miedo de que volviera a cruzar camino con el lobo, mientras le mandó un mensaje a Hiram para que le informe a su padre, ya que él es el comisario del pueblo. De hecho, todos los hombres de su familia lo han sido, y se supone que Hiram algún día tomaría el cargo, y por extraño que sea, él está entusiasmado y ansioso por aquel día, a pesar de que tiene un buen futuro asegurado con el deporte.
Quizá solo para mí es extraño, porque lo único que quiero hacer es irme de Neverland, al estar lleno de malos recuerdos, pero marcharme no es una opción. Porque significaba cargar más peso en los hombros de mi madre, quien no solo tendría que cubrir la colegiatura de los gemelos, sino también los gastos de la casa, así como las deudas de mi padre, simplemente no podía dejarla sola.
—Llegué, he traído la cena —anuncié al entrar a casa.
Avancé a la sala al escuchar la televisión encendida, y encontré a los gemelos dormidos en el sillón, al igual que mamá. Miré la pizza en medio de la mesa del centro y después la cena que les tragué.
—Bien, será el desayuno — murmuré.
Dejé la bolsa a lado de la pizza e incliné hacia los gemelos, quienes únicamente tenían que estudiar mientras mamá y yo nos esforzábamos, pero en ocasiones hacen mandados para cumplir algunos antojos de mamá, o algunos míos.
—Emil, Geyser. —Intenté despertarlos, pero solo Gey abrió los ojos—. Ve a la cama, lleva a Emil contigo —ordené.
—Te ayudaré a limpiar —escuché decir a mamá, quien se sentó soñolienta en el sillón.
—No, yo lo haré, sé que estás cansada —dije.
—Tú también.
—Pero soy joven, ahora vaya a dormir.
—No soy tan vieja, cariño —dijo, algo que me hizo reír.
Un fuerte sonido nos hizo mirar hacia los gemelos, y vimos a Emil en el suelo.
—Geyser —reprimió mamá.
—No despertaba —dijo Gey con inocencia.
—Ahora que ya lo está, llévalo a la cama —ordenó.
Observé como lo levantaba del suelo, mientras Emil se sobaba la cabeza.
—Buenas noches, cariño —mamá siguió a los gemelos.
Solté un suspiro y apagué la televisión, al tiempo que escuché de nuevo un sonido.
—Geyser —mamá volvió a reprimir.
Dirigí mi atención a ellos y vi a Emil tirado en las escaleras. Algo que me hizo reír, porque Emil tiene el sueño pesado y es muy torpe cuando lo despiertan.
Al terminar de limpiar, me aseguré de cerrar la puerta principal, pero al querer cerrar la puerta trasera escuché un ruido que parecía venir del callejón. Pude ignorarlo y por mi seguridad cerrar la puerta, pero necesitaba ver que había ocasionado aquel sonido, si no lo hacía no lograría dormir.
Avancé con temor, y al ver de quién se trata me sentí confundida.
—Moya, ¿Qué haces? —Me acerqué a ella, mientras me abrazo al sentir frío—. Es tarde, no debes estar afuera a estas horas, es peligroso.
—Aléjate de Connec, él me pertenece —me pego contra la pared, mientras su aliento a alcohol golpeo mi rostro—. Si no lo haces, juro que te arrepentirás —amenazó, para seguido darme la espalda y marcharse.
Mi relación con Moya nunca ha sido buena, a causa de Connec, al estar enamorada de él, al igual que yo. Un amor que surgió cuando éramos niños. Cuando él solía ser amable conmigo. Incluso hacía pijamadas conmigo y mis hermanos, pero de un día para otro todo cambio, él se alejó de mí sin ninguna explicación y comenzó a tratarme mal.
Durante años me pregunté que hice mal, pase muchas noches en vela en busca de esa repuesta, para al final entender que prefería a sus nuevos amigos de la secundaria que a mí. Unos que aún mantiene.
Yo ya no soy parte de su vida, ni existía oportunidad alguna de volver a ser amigos, todos sabían eso, excepto Moya, quien se obsesionó conmigo y la idea de que soy importante para Connec. Pero no puedes importarle a alguien que te ha humillado una infinidad de ocasiones, pero sí ser lo suficiente tonto para amar aún a esa persona, porque el ser humano a veces es muy masoquista.
Solté un suspiro y entre de nuevo a casa.
NOTA DE AUTOR:
Todos alguna vez fuimos masoquistas en el amor. Estuvimos detrás de aquellos que nunca nos quisieron, incluso nos trataron mal.
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NEVERLAND (+18)⭐
FantasyCuando era pequeña, mis padres solían contarme historias de terror, y cuando no obedecía, decían que el lobo, bruja, o el cazador de almas vendría por mí. Su amenaza se sentía tan real que lloraba con intensidad o solía tener pesadillas. Al crecer...