Kim Tae Hyung es nombrado jefe de la investigación que acaba de reabrirse después de 10 años.
Luego de un "pequeño" incidente, el detective Kim y su compañero en el caso, el oficial Jeon Jung Kook, se ven arrastrados a los sucios asuntos de la agru...
Para Park Jimin la vida siempre fue lo mismo: obedecer a su padre o morir.
En su infancia, al ver morir a su madre ante su inocente mirada, nada fue igual. Si hablamos estrictamente, Jimin ni siquiera debería estar vivo, pero gracias a los cuidados de su primo Yoongi y una de las empleadas, logró desarrollarse con normalidad.
El, en ese entonces, pequeño Jimin pasaba los días sentado en el balcón, mirando hacia la calle y observando a las personas pasar. A veces veía parejas felices, otras familias y niños correteando, pero él jamás entendió de que se trataba ese sentimiento. Un día fue donde su nana y le preguntó.
-¿Por qué las personas hacen esto? -imitó el gesto de una sonrisa, pero aquella mujer, con mucho pesar, sabía que él simplemente estaba imitando.
-Eso, Jimin, se llama sonreír. A veces lo haces cuando estás con Yoongi o cuando te llevo a la cama y te canto para que te duermas... -la mujer, de apenas veintitrés años, estaba con una rodilla apoyada en el suelo para poder quedar a la altura del menor, quien la miraba con una incesante duda expresada en su mirada.
-Entonces... ¿es como cuando se siente raro aquí? -se tocó el pecho. La mujer asintió.
-Sí, cuando sientes que hay algo tan grande que va a estallar -le dedicó una sonrisa y arregló la ropa del menor.
-Nana ¿Te has sentido así alguna vez? -preguntó el niño. La joven asintió.
-Cada vez que te veo, pequeño Jimin, me siento de ese modo.
-Jimin... -Yoongi removía al menor con cuidado. Eran las tres de la mañana y el heredero del grupo Park no paraba de removerse; hasta había derramado unas lágrimas, y eso no era normal.
Asustado, se sentó de golpe, dejando salir un grito. El mayor le abrazó y acunó entre sus brazos. Jimin, confundido y abrumado por emociones que jamás había sentido antes, se aferró al mayor y se permitió llorar.
Como siempre, toda la culpa era de su padre, del imponente señor Park.
Hacía unos días, revisando todos los expedientes familiares, Jimin se había enterado de que la mujer que vio morir ante sus ojos no era su madre, sino que la esposa de su padre.
Su verdadera madre, su única y real madre, siempre fue su adorada nana.
Si calculaba bien, el asqueroso de su padre la había embarazado cuando ella tenía dieciséis años, además de, por supuesto, hacerla trabajar en la mansión como único método de relación entre ambos. Eran tantas las cosas que pasaban por la mente de Jimin en esos momentos, que las noches no eran de descanso y siempre terminaba abrazado a Yoongi mientras lloraba ¿Acaso se estaba volviendo débil? No le importaba. Esa mujer lo merecía todo, pero él, orgullosamente ¿qué hacía en los últimos momentos de Sun Hye, su verdadera madre? Bailaba en el club y trataba de engatusar a Jeon Jung Kook. Por eso no podía dejarlo ir, por eso no se permitía olvidarlo, porque desperdició los últimos instantes del único adulto que realmente cuidó de él, y hasta ahora se enteraba que no era por interés...
Como Sun Hye le dijo una vez "no importa lo que tu padre haga o diga, si en el fondo de tu corazón no quieres creer en ello o hacer lo que te ordena, entonces está bien". Y recordar aquello ahora, cuando mataba personas sin escrúpulo e instaba a otros a hacer lo mismo, pesaba tanto como vivir.
La única vez que mostró un poco de compasión, fue cuando Jungkook estaba a punto de morir. No podía permitir, por la memoria de quien entonces creía sólo era su nana, que ese idiota muriera y el otro idiota que decía amarlo no pudiera despedirse.
Pero, extrañaba a su nana y su padre pagaría por haberle negado el privilegio de tener una madre.
De cierto modo, el tacto de las manos de Yoongi en su cuerpo le hacían olvidar muchas de aquellas cosas que le atormentaban durante el día. Odiaba dormir y odiaba estar despierto. En ambos mundos era un asesino, en ambos mundos le habían abandonado... y en ambos mundos sólo una persona estaba a su lado, y ese era su hyung.
Muchas veces se sentía como si estuviera pagando aquella compañía con su cuerpo, como si, si es que alguna vez decidiera dejar todo de lado y decir que no, Yoongi fuera a dejarlo solo ya abandonarlo sin piedad. Pero ¿Por qué era eso tan importante? Hasta antes de la muerte de su verdadera madre, esas cosas no importaban para el joven de 22 años ¿Por qué ahora lo era?
Ya no.
Ya no quería ni necesitaba seguir viviendo así.
No había un solo día en el que se sintiera impulsado a seguir...
Eran casi las 3 A.M. cuando Yoongi sintió frío. Tomó el lado derecho de la cama y no sintió el cuerpo que solía acompañarle cada noche. Se levantó, encogiéndose al sentir la diferencia de temperatura entre las mantas y el suelo, caminó unos metros y notó que el ventanal estaba abierto de par en par, porque la brisa de la noche movía las cortinas como si fueran las hojas de un árbol otoñal; la aterradoramente hermosa imagen de Jimin parado sobre la baranda del balcón, con los brazos abiertos, la mirada fija en el cielo y la luz de la luna bañándolo por completo.
Era extraña la forma en la que las nubes y el cielo nocturno reflejaban la perfección de la luz lunar esa noche.
Yoongi pensó que jamás volvería a ver algo tan precioso, magnífico y escalofriante.
Sacudió la cabeza, esfumando todos los extraños pensamientos que estaba teniendo ¿Para qué vengarse y protegerlo si todo iba a terminar así?
Con fuerza, jaló una de las manos de Jimin, haciendo que este cayera de espaldas sobre él. El menor, suavemente volvió el rostro hacia él y le dedicó una sonrisa.
-Olvidé que somos lo mismo el uno para el otro...-dijo, en un susurro.
Yoongi le estrechó entre sus brazos y luego comenzó a besarlo con necesidad.
Ese era su paraíso; el paraíso de ambos. El tiempo en el que no existía alguien más, en el que eran sólo dos personas que se amaban, de un modo extraño, pero lo hacían. No había más sentimientos que ese, no había miedo, dolor, ira u odio. Sólo ellos...
La luna, la brisa, las nubes y las estrellas fueron testigo de lo que sólo dos personas que se aman son capaces de hacer.
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Después de 800 años, su diosa, o sea yo, puso inspirarse y terminar este capítulo.
Espero que todos puedan conocer un poquito más a este Jimin que sigue siendo un niño herido y necesitado de amor unu quiero abrazarlo y hacerle cariñito.