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El inconfundible olor a gasolina y pescado invadieron las fosas nasales de Jungkook con brusquedad, haciendo que abriera los ojos con el recuerdo inmediato de lo sucedido. Era obvio que seguían en algún lugar del puerto. El lugar parecía ser una bodega dentro del centro de importaciones y exportaciones, sobre todo por las paredes metálicas y medio oxidadas, además de que apenas de veía gracias a los agujeros que permitían que se colaran algunos rayos de sol.

Jungkook pudo escuchar el graznido de las gaviotas, seguidos por unas voces a lo lejos.

Rápidamente hizo análisis de los daños en su cuerpo. Hasta ahí sólo dolor de cabeza, por el golpe claro está, y manos y pies atadas. Miró a su alrededor y vio a Ho Seok aún inconsciente, pero él sí se veía un poco más damnificado; le corría un hilo de sangre por la sien izquierda.

Frustrado ante la situación, comenzó a idear formas para librarse de sus ataduras, ayudar al menor y salir ilesos, ambos. Nadie quedaba atrás mientras él estuviera a cargo. Era algo que tenía muy presente desde el día en el que su compañero había muerto. Y justo en ese momento estaba recordándolo todo. El cómo vio al Señor Lee morir delante de sus ojos mientras que él, impotente, no pudo hacer algo para ayudarlo... ese fue el impulso para que Jungkook entrenara durante un año para poder desatarse si la situación lo ameritaba. Nunca, jamás, volvería a pasar por esa situación.

Con cuidado, trató de no quejarse mucho ante la fricción de las cuerdas contra su piel, para no llamar la atención de cualquiera que estuviera cerca. Tardó por lo menos quince minutos en soltarse, para luego quitarse los zapatos y retirar las cuerdas de sus tobillos. Ni siquiera se tomó el tiempo de volver a colocarse el calzado, ya que necesitaba liberar a Ho Seok antes de que alguien pudiera venir y reducirlos nuevamente. Mientras Jungkook soltaba las amarras de su compañero éste comenzó a volver en sí, lo primero que hizo fue soltar una grosería, mientras arrugaba la cara. Jungkook rápidamente puso una de sus manos sobre su boca para callarlo.

—Shhh, no hagas ruido —dijo, hablando bajo—Vamos, apúrate, tenemos que salir de aquí, creo que escuché voces con ese horrible acento —dijo el policía.

Ho Seok, poniéndose de pie con cuidado, tomó los zapatos de Jungkook.

—Deberías usarlos, no sabemos cómo estarán las cosas allá afuera —aclaró.

Jungkook negó con la cabeza.

—Haremos trampa, dejaremos que los rusos crean que estoy parado por allá —apuntó a unos plásticos que se encontraban cerca de la entrada.

—Ah —Ho Seok alargó la sílaba, en señal de que entendía—. Entonces apúrate, casi es hora de cenar, mi estómago lo sabe.

Jungkook rodó los ojos y lo jaló para que lo ayudara.

Con cuidado, pero sin demorar, Jungkook y Ho Seok tramaron una forma para hacer caer a sus enemigos. Prepararon una especie de cortina con unos trozos de plástico y palos que se encontraban dispersos por el lugar. A esto le agregaron los zapatos de Jungkook y se armaron de algunos de los materiales para luchar si fuera necesario.

Diez minutos después, dos tipos mucho más altos que ellos entraron en la habitación. Uno de ellos reparó en la trampa, mientras que el otro gritaba, señalando las sillas y las cuerdas que estaban vacías. Mientras ambos discutían, El policía y su compañero Ho Seok los golpearon sin piedad, tomando algo de ventaja para escapar.

Corrieron a través de los largos pasillos que se formaban entre las columnas de conteiners. Jungkook, descalzo, sentía que ya no podía seguir, además le dolían las muñecas y la cabeza comenzaba a darle vueltas. Al doblar por una de las esquinas dentro de aquel laberinto de metal, vieron como cuatro hombres les apuntaban con armas. Jungkook, aunque no quería rendirse, terminó por levantar las manos. Ho Seok, extrañado, le imitó.

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