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Al despertarse, Jungkook sintió que algo lo estrangulaba. Ya era de mañana y sentía como si no pudiera respirar, como si le faltara el aire. Intentó incorporarse con rapidez, notando casi inmediatamente que lo que hacía que Jungkook se sintiera así, eran los brazos de Taehyung asfixiándolo. Un poco más tranquilo, echó la cabeza hacia atrás y sonrió. Ni siquiera había notado cuando el menor se acostó junto a él a pesar de que le había dicho que durmieran separados por su propia seguridad.

Sin ánimo de despertarlo, se levantó con cuidado y fue a asearse, procurando no ser bullicioso. Aún quedaban cuarenta y cinco minutos de sueño para el menor. Le dejaría descansar a gusto.

Mientras preparaba café (ahora usaban su marca favorita), las memorias de un pasado que creía enterrado, florecieron. Salió al balcón, a respirar algo de aire otoñal; apenas estaba cambiando la estación, pero el clima ya estaba frío. Los colores rojizos comenzaban a aparecer, y con ellos los terribles recuerdos de la muerte de sus padres.

Prométeme que encontrarás a ese niño, Jungkook, le dijo su padre antes de morir, pero él, impactado, adolorido y al borde de un colapso, sólo pudo asentir con la cabeza, para luego huir del lugar.

Jamás entendió por qué reaccionó de ese modo, pero gracias a eso sobrevivió. Porque él no tenía idea, pero el asesino de sus padres seguía bajo ese techo.

Soltó un suspiro y siguió bebiendo de su café, cuando unos brazos le rodearon la cintura.

—Tae, es muy temprano, ve a dormir otro rato —le dijo Jungkook, volteándose hacia él, para besarlo en la frente.

—Aprovecha que estoy de buenas. Tú cállate y déjate abrazar —le advirtió Taehyung, cerrando sus ojos mientras se apegaba al más alto.

—Vale, me tomo mi café en silencio, ya entendí.


Llegaron al trabajo a eso de las 8 AM. Solían hacerlo a las 07.30, pero Taehyung no quería soltar al más alto y eso los retrasó. Para Jungkook, siempre muy metódico, eso era terrible, por lo que se concentró en conducir a la máxima velocidad posible, mientras que ignoraba a Taehyung, por su culpa iban más tarde de lo habitual.

Una vez estuvieron dentro de la estación, ambos se separaron, tomando sus respectivos caminos.

Ese día fue bastante desagradable para el mayor.

Primero, condujo a Jimin hasta un basural, porque resulta que una entrega de no sé qué cosa iba a realizarse allí. La verdad, estaba más interesado en sus clases de educación sexual autodidactas, pero de repente escuchó disparos.

Rodó los ojos, realmente odiaba su maldito trabajo.

Cargó su arma de servicio y se bajó sigilosamente de la camioneta. Examinó los alrededores y vio a Park Jimin escondido detrás de unos autos, haciéndole señas para indicar la ubicación de los perpetradores. Jungkook sólo asintió y corrió hasta el lugar, disparando a los objetivos que había localizado con anterioridad. Obviamente era bueno en eso, jamás fallaría un disparo, menos uno que sólo serviría para herir.

Los pocos hombres vivos que quedaban de Red Swan fueron a por los enemigos heridos, atándolos con cables para luego comenzar a interrogarlos. A Jungkook no le gustaba nada el rumbo que estaba tomando esta situación.

El enano maldito, como Jungkook había bautizado a Park Ji Min, con sus lustrosos, puntiagudos y notablemente caros zapatos, le dio una patada en la boca a uno de los tipos de la banda rival.

—¿Quién mierda los mandó y por qué intentan matarme? —el hombre ni siquiera se inmutó. Entonces Jimin estiró su mano hacia uno de sus guardaespaldas y este respondió dándole un arma. Jimin la cargó y la colocó en la sien del interrogado—. Si no hablas, tus amiguitos verán volar tus asquerosos sesos—rio, pero al instante sus ojos ennegrecieron—. Así que o hablas o te mueres, bastardo —el muchacho parecía de armas tomar, bueno, pensó Jungkook, era obvio, es el jefe de la mafia Red Swan.

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